
Los últimos días de julio, la organización internacional Reporteros sin Fronteras denunció el internamiento forzado en un hospital psiquiátrico de Larissa Arap, una periodista rusa de 48 años. Casualmente, el pasado 8 de junio, Larissa publicó en un periódico de “Marcha de los disidentes” (movimiento de oposición liderado por el ex campeón mundial de ajedrez, Gary Kasparov) un reportaje sobre los tratamientos a niños en hospitales psiquiátricos rusos, próximos a torturas.

Basándose en testimonios de padres y niños, Larissa acusó a algunos centros de emplear electrochoques y otros métodos rechazables. Arap fue detenida casi un mes después en una clínica a la que acudió para someterse al reconocimiento médico obligatorio para obtener el carné de conducir. Según Elena Vassilieva, presidenta del Frente Civil Unido de Kasparov en Mursank (norte de Rusia), un médico la reconoció y llamó a la policía, que acudió y la internó en un hospital psiquiátrico de seguridad. Lo sorprendente es que Larissa no estaba en busca y captura, porque no había hecho otra cosa que ejercer su derecho a expresarse libremente. Por otra parte, si había denunciado falsamente (que no parece ser el caso), ¿por qué no actuó la fiscalia y el juzgado de instrucción como en cualquier país civilizado?

Un portavoz del gobierno de Rusia ha negado que el Kremlin hospitalice a personas por cuestiones políticas: "Excluyo totalmente la idea de que pueda tratarse de un caso de represión política. No existe ningún tipo de persecución de los opositores. Todo el mundo tiene posibilidad de manifestar sus puntos de vista". Hace un año y medio una ong rusa denunció en España, con el apoyo de Amnistía Internacional, el “acoso a las ong, violencia policial, brutalidad en el Ejército, poder judicial maniatado, ejecuciones y desapariciones en Chechenia, que forman parte del panorama de los derechos humanos en Rusia”.

Por su parte Amnistía Internacional no puede dejar de denunciar en sus informes anuales el incremento de violaciones de derechos humanos en la Rusia de Putin.
Lo cierto es que muchos políticos profesionales suelen mentir en primera instancia en todo el mundo, como ese portavoz gubernamental. ¿No? (¿Qué porcentaje de políticos? Sería preciso un estudio riguroso y no pretendo ser irónico). O tal vez el pobre portavoz estaba mal informado. Lo cierto es que en los regímenes autoritarios o que caminan hacia a la autocracia (como parece ser el caso de Rusia), los políticos profesionales suelen mentir más.

Por otra parte, lo del internamiento forzoso de Larissa en un psiquiátrico ¿será un intento de recuperar viejas tradiciones, hoy olvidadas? No olvidemos que Rusia es el lugar donde, en los infaustos tiempos del feroz dictador Stalin, se metía en psiquiátricos a quienes se oponían a sus medidas, a su política totalitaria. La razón aducida era que quien se oponía a quien estaba salvando a la madre Rusia, debía estar loco.
En cuanto a lo manifestado por ese portavoz gubernamental de Rusia suena a chiste malo. ¿En la Rusia de Putin todo el mundo puede manifestar sus puntos de vista sin problemas? ¡Qué tenemos las videotecas y hemerotecas para comprobar lo vontrario!
¡Venga, hombre, seamos serios!