martes, 20 de noviembre de 2007

Fin

Me dio por navegar por una página de la web de la emisora BBC. Se refería a leyes absurdas, locas, y me encontré con unas perlas, a cual más jugosa. Por ejemplo, una ley británica de 1887 que prohíbe que nadie se muera en el Parlamento. Otra califica como traición poner un sello en una carta con la silueta de la reina Isabel II cabeza abajo. En la ciudad de Liverpool es ilegal que las mujeres muestren los pechos en la vía pública, salvo si venden pescado tropical; entonces pueden enseñar sus tetas tranquilamente. Y, según la ley británica, si una mujer embarazada, que ande por la calle, necesita ir al baño y no encuentra dónde, puede orinar en cualquier sitio, incluso en el casco de un policía. Aunque lo más bestia es que en la ciudad de York, al norte de Inglaterra, la ley autoriza matar a los escoceses que sean encontrados por la parte antigua de la ciudad llevando un arco y flechas.
En EEUU no se quedan cortos y así, en Ohio, está prohibido emborrachar a un pez. En el estado de Vermont, las mujeres tienen que pedir permiso al marido para usar dentadura postiza. Y en Alabama, es ilegal vendar los ojos de alguien cuando conduce un vehículo. Ahora que para locura brutal la de una ley penal en Indonesia, que castiga la masturbación con la pena de decapitación, cortando la cabeza. ¡Perder la cabeza por una paja!
Esas leyes y normas podrían denominarse con más propiedad locuras, pero tienen un ramalazo de diversión, de humor absurdo incluso (salvo en Indonesia, claro, donde la ley citada es una salvajada incivilizada).
Doy un vistazo a mi país, esta España de mis dolores y quebraderos de cabeza, y me digo que aquí tal vez no haya leyes locas, pero sí conductas y acciones políticas (u omisiones) preocupantes, rechazables, repugnantes y condenables. Pero nadie con mando en plaza parece estar dispuesto a hacer nada. Conductas como permitir la calumnia, la conspiración contra los intereses mayoritarios, la falsedad y el embuste sistemático por parte de dirigentes de cierto partido muy conservador de cuyo nombre no quiero acordarme; conductas como las de ciertos locutores falsarios, groseros, maleducados y calumniadores, además de cobardes que se esconden tras el derecho a la libertad de expresión y se ocultan bajo las sotanas y las mitras de los obispos; de obispos que pretenden imponer (quieras que no) su moral (bastante rancia, por cierto) al tiempo que sacan tajada de los impuestos de todos (que el gobierno les da generosamente) para sus cosas y negocios (que sus fieles no financian como sería justo), jugando sucio los tales obispos en cuanto se les presenta la ocasión, mientras al gobierno (que se supone progresista y laico) sólo le falta poner la cama y ponerse la vaselina; de los mal denominados políticos o clase política (según qué majadero se refiera a los representantes electos de los ciudadanos) que han olvidado que los dueños del poder político somos los ciudadanos todos y actúan como si fueran los dueños del cotarro; de unos partidos políticos incapaces, estúpidamente miopes (y a veces cosas peores) que conseguirán que la mayoría de la gente deje de confiar en la democracia como el mejor sistema (o el menos malo de todos) para organizar la sociedad; de unos periódicos, televisiones y emisoras de radio cada vez más mercaderes, más frívolos, menos respetuosos de la verdad y más al servicio de intereses concretos (inconfesables a veces) y espurios…
Visto todo esto, consciente de que uno es un carroza ‘demodé’, un ciudadano que cree en la justicia, en la libertad (no sólo la mía y la de mis amigos y correligionarios), en la búsqueda de la verdad, en el respeto implacable de los derechos humanos de todos (incluidos los de quienes me caen como el culo), he decidido cerrar este blog.
Éste es el último escrito, porque, además, me temo que este blog no interesa un carajo a nadie, salvo a unas poquísimas personas allegadas con las que tengo relación frecuente y a las que puedo contar de viva voz lo que pienso o dejo de pensar sobre esto o aquello, o enviárselo por email.
En fin, es el fin de Tracomdra. Requiescat in pace. El muerto al hoyo y el vivo, al bollo. Hasta nunca.
Un último deseo de buena voluntad: que la fuerza (alguna fuerza) nos acompañe, que regresen e imperen la razón y la lucidez, y que las cosas nos vayan algo mejor (sólo algo mejor) a quienes moramos o habitamos en este país, en este continente, en este planeta Tierra).
O estaremos muy jodidos.
Amén.

domingo, 11 de noviembre de 2007

Pobreza y democracia

Me permito traer a este blog una noticia , probablemente desconocida por la gran mayoría de ciudadanos. Es ésta: la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), que agrupa a los 30 países más ricos de la tierra, ha elaborado recientemente un informe en el que dice que en América Latina hay que repartir la riqueza generada por la bonanza económica, una bonanza que ya dura unos cuantos años. Es más, dice que ese reparto de riqueza ha de ser justo, porque de no hacerse así, el desencanto de la población podría afectar a su confianza en la democracia.
¡A buenas horas mangas verdes!
Lo cierto es que en encuestas recientes, los ciudadanos latinoamericanos que creen que la democracia es mejor que cualquier otro sistema político no llegan al 60%. Dicho de otro modo, un 40% opina que la democracia no sirve para organizar una sociedad de ciudadanos (y no de súbditos). Lo cual es grave.
¿Por qué será que los de la OCDE caen ahora del burro? ¿Tal vez porque en 2007 (en pleno siglo XXI, habiendo entrado en el tercer mileno de nuestra era) más de 200 millones de latinoamericanos viven en la pobreza (como el 40 ó 45% de la población)? Y eso, por más que en los últimos años, efectivamente, la región haya experimentado un fuerte crecimiento económico.
Bien venidos los genios de la OCDE al territorio de la gente que piensa y no se engaña. ¿Han necesitado veinte años de capitalismo neoliberal feroz para darse cuenta de que algo no funciona en el que pretenden el mejor mundo posible?
¿Y no se han parado a pensar qué relación pueda haber entre esas cotas de inicua desigualdad y pobreza y su malhadada política económica, que consideran dogma indiscutible? Pues deberían tomar nota de que el aumento de los índices de desigualdad se dispara precisamente cuando empieza el nefasto dogma neoliberal, el mal llamado ‘consenso de Washington’.
¿De qué desigualdad hablamos? Pues de una minoría forradísima, una mayoría que va tirando como le dejan y otra mayoría –los pobres- que las pasa como Caín. ¿Será casualidad?No, no lo es. En los veinte años mal contados que dura la imposición autoritaria de las directrices del ‘consenso de Washington’* hemos ido de mal en peor, incluidas tres crisis financieras considerables (por lo menos) que han perjudicado a millones de ciudadanos del mundo. De la última, por cierto, (la hipotecaria, originada en EEUU) aún no hemos salido.
Y todo ello con el agravante de que los corifeos, voceros y predicadores de tan nefasta visión del capitalismo (la neoliberal), como grandes medios de comunicación, líderes o presuntos lideres de opinión, cada vez caen más en el gravísimo error de asociar tan criticable sistema económico (que tan dolorosos resultados origina) con el sistema democrático, como si fueran consustanciales. Y nada más lejos de la verdad.
No sólo no es verdad, sino que democracia, además de votar a quien ejerza algún poder en un país, es respeto sin concesiones de los derechos humanos de los ciudadanos. Y un derecho irenunciable es la liberación del hambre y de la miseria, como formula el filósofo Emilio Lledó. Por tanto, si un sistema económico (el neoliberal, por ejemplo) provoca que muchos ciudadanos no puedan emanciparse de la pobreza, no sólo no puede asociarse automáticamente a la democracia sino que es antidemocrático.
Hace unos pocos años, un ex presidente del Banco Mundial, James Wolfensohn, dijo que había que “enterrar el Consenso de Washington”, a la vista de los resultados de su aplicación, e incluso el Foro de Davos (la reunión informal anual de los más ricos del mundo) reconoció en una pasada edición que “cada país debe aplicar la política económica y social que le convenga”, desautorizando el nefasto dogma del citado 'consenso'. Lo malo es que, cuando se dijo tal cosa en voz alta, fue con la boca pequeña. Para entonces ya se habían urdido poderosos intereses y cuajado indecentes alianzas que han generado y generan beneficios obscenos, casi pornográficos, a los que una minoría no está dispuesta renunciar. Una minoría muy minoritaria que controla el 80% de la riqueza de la Tierra.
Por eso, la liza continúa. Salvo que aceptemos el suicidio más o menos lento de la Tierra (y de los que la habitamos), que es lo único que tenemos con certeza: la vida y la Tierra. Y no me refiero específicamente al cambio climático, que también.

*El ‘consenso de Washington' lo forman diez directrices: Disciplina fiscal (pero no cesan de rebajar los impuestos a los más ricos). Reordenamiento de las prioridades del gasto público (que en estos veinte años casi siempre ha significado recortes sociales). Reforma Impositiva (lo que les decía, que los ricos cada vez paguen menos). Liberalización de las tasas de interés (que a menudo se traduce en que las grandes corporaciones financieras y bancos hagan los que les de la gana donde les de la gana). Una tasa de cambio competitiva (y ahí está el Banco Central Europeo obsesionado con la inflación y jorobando a ciudadanos más pequeñas y medianas empresas con su empecinamiento en no bajar los tipos de interés). Liberalización del comercio internacional (que significa que los países empobrecidos abran sus fronteras comerciales a los productos y servicios de los países ricos, pero no al revés. Liberalización de la entrada de inversiones extranjeras directas (¿necesitan alguna aclaración más respecto a este mandamiento de cumplimiento obligado?). Privatización (es decir que todo lo que sea público, estatal, es decir de todos, pase a ser de unos pocos). Desregulación (o sea, ninguna norma ni control para los grandes capitalistas financieros del mundo). Y, derechos de propiedad (ahí tenemos la salvajada de los derechos de propiedad de patente por algunas grandes compañías farmacéuticas, lo que ha perjudicado a muchos cientos de miles cuando no millones de enfermos).

domingo, 4 de noviembre de 2007

Otro asalto en Venezuela

Ha empezado un nuevo asalto en Venezuela. Otro (que lamentablemente no será el último) para derrocar a un gobierno democráticamente elegido que intenta distribuir mejor la riqueza, teniendo en cuenta a la mayoría de ciudadanos y no los intereses espurios de la minoría de siempre.
El presidente Chávez tal vez sea excéntrico, egocéntrico, ruidoso y con poca cintura diplomática, pero los posibles defectos personales no justifican la acusación de dictador vomitada desde las mentes bien pensantes que (permítanme que se lo diga abruptamente) en su puta vida se han preocupado de verdad por los demás, por esa inmensa mayoría que las pasa peor que Caín.
Respecto a la acusación de dictador que se vierte contra Chávez, recuerdo lo que dijo un miembro del gobierno de los EEUU, Thomas Shannon, secretario de Estado adjunto para América Latina, hace menos de un año: “Hugo Chávez, por más izquierdista que pueda ser visto, está actuando en un marco democrático aun cuando pueda ser autoritario de corazón. Y eso es positivo, es una cosa buena.”
No sé si Chávez, como dijo Shannon, sea ‘autoritario de corazón’, pero, de serlo, no significa nada. También muchos varones son polígamos de corazón, pero casi nunca hacen realidad su oculta tendencia ni su fantasía de poseer un harén.
Quienes quieren que Venezuela regrese a la situación de inamovible e injusta falta de equidad que ha sufrido durante siglos han iniciado un nuevo asalto, camuflados bajo el manto de un presunto espíritu democrático.
La cuestión es que desde hace unos días, una parte notable de los estudiantes se ha movilizado en Caracas para pedir que se atrase la fecha del referendo sobre la reforma constitucional, convocado para diciembre. Hasta aquí, todo normalmente democrático y los estudiantes están en su derecho de reivindicar lo que quieran. Pero lo que ya no es tan normal es que esas manifestaciones estudiantiles para pedir un cambio de fecha (no que el referendo no se celebre) se tornen incomprensiblemente violentas en una puesta en escena del viejo principio de acción-reacción. Algunos estudiantes atacan sin motivo a los policías con piedras, palos y lo que sea, y la policía reacciona así mismo con violencia. Es una magnífica foto para una prensa que cada vez es menos el cuarto poder que vigila que la democracia funcione y que está más y más al servicio de sus propietarios quienes, a su vez, forman parte de la minoría que controla la mayor parte de la riqueza del mundo. Y sí, además, hay un par de muertos, mejor que mejor. ¿Pedir que se atrase la fecha de una consulta democrática justifica que manifestantes vayan armados de palos y piedras a una manifestación?
Las noticias, fotografías y vídeos de la violencia en Caracas permitirán confundir aún más, para continuar transmitiendo el mensaje de que Chávez es un dictador. Agitar con violencia, alborotar y confundir ya lo hicieron con Salvador Allende, que intentaba que Chile fuera un poco más justo. Y consiguieron derrocarlo, iniciándose la peor dictadura latinoamericana, la del criminal Pinochet; una feroz dictadura, como ha quedado probado y documentado. En Venezuela, como pasó en Chile, junto con las violentas maniobras en la calle, se desata la ola de mentiras una tras otra, sin el menor pudor. De hecho ya lo ensayaron poco antes del afortunadamente fallido golpe de estado que intentó derrocar a Hugo Chávez en 2002.
Para algunos, la democracia sólo es auténtica cuando está a su servicio, al servicio de la minoría que detenta el poder económico, y uno de los pecados mortales de Chávez y su gobierno es que no han aceptado que la principal riqueza del país, el petróleo, fuera privatizada. También es un pecado mortal que intenten alternativas de organizar la economía para distribuir algo mejor la riqueza que no sea el ya demostrado nefasto neoliberalismo.
Muchos medios informativos de países democráticos (y ricos) cada vez presentan más a Venezuela como un país que deriva hacia el autoritarismo, aunque no puedan presentar ninguna prueba real de que eso sea así. Además, se oculta todo lo bueno que haya podido hacer el gobierno bolivariano y se magnifica y saca de contexto lo que le perjudica. O se miente pura y directamente. Qué curioso que no se oigan esas voces feroces de bien pensantes y repartidores de patentes de democracia de los países ricos contra China, cuyo congreso del partido comunista ha ratificado recientemente que en ese país no habrá democracia (estilo occidental lo han llamado).
O contra la Rusia de Putin donde se producen sin cesar muy graves violaciones de derechos humanos y penden inacabables sospechas sobre Putin y sus aliados y colaboradores por inexplicables asesinatos de opositores, espías huidos a occidente o periodistas.

Se podría parafrasear a aquel asesor de Bill Clinton en plena campaña electoral. “¡Es la economía, estúpido!”, cuando explicaba al candidato que se dejara de derechos, cultura y cosas así y se centrara en los asuntos económicos, que eso le daría votos. Aunque yo prefiero la frase con la que Al Capone respondía a las incertidumbres de sus lugartenientes en Chicago de los años 30 cuando le planteaban problemas para ellos, irresolubles: “Sigue la pista del dinero”. Si seguimos la pista del dinero, del dinero que ganan (¿lícitamente?) o quisieran ganar algunos, encontraremos la respuesta a las cuestiones y conflictos planteados en Venezuela.
Mira por donde, el gángster Capone tuvo su lúcido ramalazo de pensamiento marxista.