Me dio por navegar por una página de la web de la emisora BBC. Se refería a leyes absurdas, locas, y me encontré con unas perlas, a cual más jugosa. Por ejemplo, una ley británica de 1887 que prohíbe que nadie se muera en el Parlamento. Otra califica como traición poner un sello en una carta con la silueta de la reina Isabel II cabeza abajo. En la ciudad de Liverpool es ilegal que las mujeres muestren los pechos en la vía pública, salvo si venden pescado tropical; entonces pueden enseñar sus tetas tranquilamente. Y, según la ley británica, si una mujer embarazada, que ande por la calle, necesita ir al baño y no encuentra dónde, puede orinar en cualquier sitio, incluso en el casco de un policía. Aunque lo más bestia es que en la ciudad de York, al norte de Inglaterra, la ley autoriza matar a los escoceses que sean encontrados por la parte antigua de la ciudad llevando un arco y flechas.
En EEUU no se quedan cortos y así, en Ohio, está prohibido emborrachar a un pez. En el estado de Vermont, las mujeres tienen que pedir permiso al marido para usar dentadura postiza. Y en Alabama, es ilegal vendar los ojos de alguien cuando conduce un vehículo. Ahora que para locura brutal la de una ley penal en Indonesia, que castiga la masturbación con la pena de decapitación, cortando la cabeza. ¡Perder la cabeza por una paja!Esas leyes y normas podrían denominarse con más propiedad locuras, pero tienen un ramalazo de diversión, de humor absurdo incluso (salvo en Indonesia, claro, donde la ley citada es una salvajada incivilizada).
Doy un vistazo a mi país, esta España de mis dolores y quebraderos de cabeza, y me digo que aquí tal vez no haya leyes locas, pero sí conductas y acciones políticas (u omisiones) preocupantes, rechazables, repugnantes y condenables. Pero nadie con mando en plaza parece estar dispuesto a hacer nada. Conductas como permitir la calumnia, la conspiración contra los intereses mayoritarios, la falsedad y el embuste sistemático por parte de dirigentes de cierto partido muy conservador de cuyo nombre no quiero acordarme; conductas como las de ciertos locutores falsarios, groseros, maleducados y calumniadores, además de cobardes que se esconden tras el derecho a la libertad de expresión y se ocultan bajo las sotanas y las mitras de los obispos; de obispos que pretenden imponer (quieras que no) su moral (bastante rancia, por cierto) al tiempo que sacan tajada de los impuestos de todos (que el gobierno les da generosamente) para sus cosas y negocios (que sus fieles no financian como sería justo), jugando sucio los tales obispos en cuanto se les presenta la ocasión, mientras al gobierno (que se supone progresista y laico) sólo le falta poner la cama y ponerse la vaselina; de los mal denominados políticos o clase política (según qué majadero se refiera a los representantes electos de los ciudadanos) que han olvidado que los dueños del poder político somos los ciudadanos todos y actúan como si fueran los dueños del cotarro; de unos partidos políticos incapaces, estúpidamente miopes (y a veces cosas peores) que conseguirán que la mayoría de la gente deje de confiar en la democracia como el mejor sistema (o el menos malo de todos) para organizar la sociedad; de unos periódicos, televisiones y emisoras de radio cada vez más mercaderes, más frívolos, menos respetuosos de la verdad y más al servicio de intereses concretos (inconfesables a veces) y espurios…
Visto todo esto, consciente de que uno es un carroza ‘demodé’, un ciudadano que cree en la justicia, en la libertad (no sólo la mía y la de mis amigos y correligionarios), en la búsqueda de la verdad, en el respeto implacable de los derechos humanos de todos (incluidos los de quienes me caen como el culo), he decidido cerrar este blog.Éste es el último escrito, porque, además, me temo que este blog no interesa un carajo a nadie, salvo a unas poquísimas personas allegadas con las que tengo relación frecuente y a las que puedo contar de viva voz lo que pienso o dejo de pensar sobre esto o aquello, o enviárselo por email.
En fin, es el fin de Tracomdra. Requiescat in pace. El muerto al hoyo y el vivo, al bollo. Hasta nunca.

Un último deseo de buena voluntad: que la fuerza (alguna fuerza) nos acompañe, que regresen e imperen la razón y la lucidez, y que las cosas nos vayan algo mejor (sólo algo mejor) a quienes moramos o habitamos en este país, en este continente, en este planeta Tierra).
O estaremos muy jodidos.
Amén.














































