miércoles, 6 de junio de 2007

Leo con cierto detenimiento algunas versiones digitales de diarios. Ni siquiera me pasa por la cabeza escribir algún comentario sobre lo que se denomina actualidad política de este país. Me indigna y aburre a partes iguales. Lo tedioso a la par que inaguantable del caso es que no podemos pasar de la política, porque la política nunca pasa de nosotros. Y, cada vez más, me martillean los adentros los primeros versos del poema de Espriu “Inicio de cántico en el templo”, al que creo haberme referido en otro momento, en los que el poeta suspira por marchar lejos, allí donde le han dicho que la gente es civilizada, culta y libre.
Entre quienes intentamos ser decentes, sin perseguir cargos ni prebenda alguna, hay una hartura que crece, porque no se vislumbra el final de ese túnel de vulgaridad, zafiedad, engaño, manipulación y juego sucio; sobre todo y muy especialmente protagonizado por el contubernio de quienes llevan jorobando a este país durante dos siglos. Espero que sepan a quienes me refiero. Miembro honorario de ese contubernio, un alto cargo del gobierno de la región de Madrid ha propuesto a los ciudadanos que el próximo curso hagan objeción de conciencia ante el estudio por sus hijos de la nueva asignatura “Educación para la ciudadanía”. ¿Qué se habrá creído que es esa disciplina? Ni más ni menos que la enseñanza de las bases del civismo, del contenido de los derechos humanos, cuya declaración universal este país ha firmado y ratificado hace años.
Y si pretende argüir para oponerse a la asignatura, que va contra las esencias del cristianismo (como se ha vociferado por ahí), aún no siendo la fe de este escribidor, habrá que recomendarle que lea con atención los cuatro evangelios que narran la vida y las cosas que dijo aquel muchacho de Nazaret que fue clavado sobre una cruz por plantar cara al sistema imperante y predicar el amor entre los seres humanos. Tal vez así se convenza de su error.
Otra cosa que hay que empezar a decir en voz alta es que lo que de verdad defiende a capa y espada la conferencia episcopal española (el sanedrín de los obispos, que es la que se opone a la citada asignatura) tiene poco que ver con lo que propuso aquel muchacho que fue crucificado, y sí con los intereses del tinglado muy terrenal que se han montado. Amén.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Si se es demócrata y fiel seguidor de la Declaración de los Derechos Humanos, hay que respetar, e incluso forzarse a entender, que alguien quiera ser objetor de conciencia de que le enseñen civismo, y le explique todos y cada uno de los artículos de dicha Declaración. Para mí un ejemplo de Democracia, Tolerancia y Respeto, fue en España a finales de los 70. En el Congreso de los Diputados juntos en el mismo hemiciclo, Dolores Uribarri y Blas Piñar. Besos de Vicky.

Tesa Medina dijo...

Nos deberíamos preguntar todos ¿qué teme la iglesia oficial para comportarse de una manera tan agresiva? Yo no soy una analista, por eso te propongo que tú que sí lo eres nos lo cuentes. Tengo una vaga idea. Esta España que tantas veces ha paseado bajo palio y en la que la espada estaba siempre al servicio de la cruz, pertenece al pasado. Pero la iglesia no quiere renunciar a sus privilegios. Si se tuviese que financiar con lo que aportan sólo los fieles se les desmonta el chiringuito. Su religión tiene cada día menos seguidores porque está muy alejada de la realidad y su enseña ha sido siempre el sufrimiento el dolor y el miedo que ya no venden, porque la gente tiene otros canales de información y usa su sentido común que se da de bruces con los mandatos de la iglesia oficial. Nada que ver con esa otra iglesia cercana a la realidad a la que no solo no respetan sino que intentan por todos los medios acallar.
Otra pregunta: ¿por qué en este país la Iglesia y la derecha se han llevado siempre tan bien?
Besos.