
La Santa Madre Iglesia Católica española, que nada tiene de madre ni de santa, ha puesto en marcha sus divisiones contra la asignatura “Educación para la Ciudadanía”. Obispos, periodistas asimilados y programas radiofónicos o televisivos en medios que controla la Santa Madre disparan feroz y falaz artillería verbal contra la nueva disciplina.

El caballo de batalla ahora es la consigna de que los padres ejerzan la ‘objeción’ de conciencia. En plata: que indiquen que sus hijos no cursarán esa asignatura, acogiéndose al derecho que, según ellos, les otorga la Constitución.

La Constitución de 1978, en su artículo 30,2 indica que “la ley fijará las obligaciones militares de los españoles y regulará, con las debidas garantías, la objeción de conciencia, así como las demás causas de exención del servicio militar obligatorio, pudiendo imponer, en su caso, una prestación social sustitutoria”. Pero, a menos de que en ese artículo haya claves ocultas, propias del programa esotérico de ese inefable humorista que es Iker Jiménez, el artículo indica que quienes no quisieran hacer el servicio militar por razones éticas o religiosas, podrán dejar de hacerlo. ¿Habla del derecho a la objeción ante la enseñanza de asignaturas cívicas o algo parecido? Más bien no.

Los pretendidos intérpretes nacionalcatolicistas de la Constitución deducen que si uno podía objetar cumplir el servicio militar, puede objetar…lo que le salga de las narices. Como si la Constitución consagrara el derecho a objetar lo que sea.
Nada más lejos de la realidad. El derecho no es una ciencia exacta, pero es puntillosa, muy detallista y, si no recuerdo mal mis clases con eminentes doctores en derecho años ha, lo que la ley no concreta, no obliga o no prohibe, no obliga ni prohibe ni permite.
En fin que la objeción de conciencia ante la “Educación para la Ciudadanía” que porclama la Santa Madre es una pamema.

Vamos a ver ¿qué es esa vituperada disciplina ? Una asignatura para conocer la Constitución en sus entresijos y, por extensión, la Declaración Universal de Derechos Humanos y la Carta Europea de Derechos, y como se concreta todo ello en deberes y derechos en nuestra vida colectiva como ciudadanos -que no súbditos ni siervos- del Estado de España.
En Europa hay desde hace tiempo asignaturas como ‘Educación para la Ciudadanía’ desde una hora semanal de 3º a 6º de Primaria en Bélgica, Grecia o Portugal, hasta las 855 horas repartidas de 1º a 9º en Suecia. Y, además, la susodicha ‘Educación para la Ciudadanía’ es materia transversal en Austria, Dinamarca, Francia, Irlanda del Norte, Bulgaria, Malta y Chipre, así materia integrada en Bélgica, República Checa, Alemania, Irlanda, Luxemburgo, Inglaterra, Hungría, Países Bajos, Polonia, Eslovenia, Eslovaquia, Finlandia, Gales, Liechtenstein e Islandia. Y en ninguno de esos países se permite que los padres decidan si sus hijos cursan o no tal asignatura.

¿Saben qué mosquea a la jerarquía de la Iglesia Católica y sus adjuntos y aliados? Que según esa asignatura, por ejemplo, los homosexuales tienen derecho a casarse y a adoptar hijos. Y la dichosa Iglesia (que poco tiene que ver con aquel muchacho de Galilea que murió en una cruz por enfrentarse al poder y defender a los pobres) no traga con los derechos de los homosexuales. Quieren que todos comulguemos con sus ruedas de molino. Es como si los musulmanes fundamentalistas estuvieran en el gobierno de la nación y prohibieran la cría de cerdos, el jamón y los embutidos porcinos, más el vino y el cava, porque el Corán los prohíbe. ¿No les parecería una majadería insoportable?