jueves, 22 de febrero de 2007

Alcohol y falta de horizontes

La ministra de Sanidad, Elena Salgado, ha retirado el llamado proyecto de ley anti-alcohol por falta de consenso. No voy a entrar en las razones de unos y otros; la ministra y su equipo técnico de un lado y el sector del vino, de mucho peso en la economía nacional, del otro. No, quiero referirme a lo que nadie ha mencionado, ni unos ni otros. ¿Por qué jóvenes muy jóvenes (cada vez más) se inician en el consumo frecuente de alcohol y llegan a la excesiva ingesta rápidamente?

No creo que la cuestión principal sea si debe controlarse o no la publicidad de vino, si debe incluirse o no el vino en una ley que noticiarios televisivos y titulares de prensa han bautizado de anti-alcohol. No digo que no deba controlarse la publicidad del alcohol, no, y, ya puestos, también el resto para evitar los constantes ataques de mal gusto, excesos y faltas evidentes a la verdad de cualquier publicidad que nos invade. La cosa es que si un paciente, por decir algo, sufre fiebres pertinaces de hasta cuarenta grados, lo adecuado no es inflarlo de gelocatil para bajar la fiebre. Les hablo de un caso real (una tru story, como proclaman algunas miniseries televisivas insufribles como si eso fuera un valor). El caso real fue que un joven músico cantautor tenía fiebre altas que no se iban y el médico, que presuntamente lo atendía, no hizo algo tan elemental como pedir una analítica completa del paciente. Cuando, tras casi dos meses de angustia y gelocatil, el muchacho se decidió a visitar a otro médico, el nuevo ordenó algo de libro de primero de medicina: un análisis de orina y descubrió que (¡oh sorpresa!) el joven tenía una infección de orina de caballo. Antibióticos a mansalva y se inicia la recuperación y la curación. ¡Tan sencillo y tan fácil!

¿Qué tiene que ver lo relatado con el traspiés de la ministra Salgado, salvo que dilucidar la incompetencia del médico de marras pudiera corresponder a su ministerial autoridad sobre la salud de los ciudadanos? Tiene que ver que, por mucho que se controle la publicidad (en esta sacrosanta e intocable sociedad capitalista hasta las cachas), es como si atiborráramos de aspirinas a un paciente con dolores terribles de cabeza sin averiguar antes las causas de esos dolores y atacar ahí. ¿Acaso creen que los jóvenes empiezan a emborracharse a temprana edad por entrar en el libro Guiness? Yo diría que más bien (así a grandes rasgos y gruesos trazos, por no cansarles) saben, perciben o intuyen que apenas tienen horizontes. Y reaccionan mal. Un ilustre poeta amigo de origen aragonés, pero afincado en Castilla y León, Jesús Fonseca, me decía tiempo ha que “no disponer de horizontes es lo más terrible que le puede pasar a un ser humano”. Y de hecho sería la razón de la actuación de un número considerable de suicidas. Con los jóvenes y aún más jóvenes, da la impresión de que han elegido un suicidio más lento, el del consumo excesivo de alcohol de alta graduación, sumado tal vez a la dosis de majadería que suele acompañar a edades tempranas.

Me gustaría que doña Elena Salgado, que tiene ese aire de salvadora y poseedora de la verdad absoluta y se toma en serio su trabajo (sin duda), se parara por unos instantes a darle vueltas al asunto de las causas de la juvenil afición al bebercio, que podría ser la amagada, disimulada, camuflada o maquillada desesperación o desespero (posiblemente inconsciente o tal vez subconsciente) de un número considerable de jóvenes que se aficionan a la botella; al hecho de que los jóvenes de ambos sexos de este país (ciñámonos de momento a este país) tiene un futuro muy gris, cuando no negro como un tizón.

Veamos: ha sido posible acuñar el neologismo ‘mileuristas’, que designa a las personas jóvenes con carrera universitaria, un par de idiomas hablados con fluidez y un ‘master’… que a lo más que pueden aspirar (dándose con un canto en los dientes) es a ganar 1000 euros mensuales (sin pagas extraordinarias, por cierto, porque éstas están prorrateadas durante los doce meses del año). Veamos: mil euros son 166.000 pelas de las que usábamos antes; desde la peseta, la inflación ha subido lo suyo (con la impagable ayuda del cambio de pesetas a euros, por cierto) y, a día de hoy, viviendo en Madrid, Barcelona, Valencia, Zaragoza, Sevilla o Bilbao, por poner ejemplos concretos, un joven ‘mileurista’ que gane esa cantidad mensual a duras penas puede vivir compartiendo piso con dos o tres más, comer, coger el transporte público o pagar la gasolina y las tasas de estacionamiento o precio de parquings, ir al cine con alguna frecuencia, comprar algo de ropa (preferentemente en mercadillos o similares), tal vez comprar algunos libros (si es adicto al nefando vicio de la lectura) y (si es buen administrador como hormiguita laboriosa) ahorrar para darse unas vacaciones algo decentes, aprovechándose de los carnés de joven, inter-rail, albergues juveniles y otras pretendidas ventajas con las que pretendemos tapar la boca a los jóvenes, en tanto los condenamos a no poder planificar ni proyectar un futuro decente.

Tal vez la ministra, con todos sus compañeros de gobierno, debería detenerse un poco en las causas que empujan a los jóvenes a beber como cosacos. Acaso me respondiera que atacar las causas de la tendencia a la beodez de los jóvenes es tarea larga y muy largo me lo fiáis y, entre tanto, le damos palo a la publicidad de alcoholes (vinos decentes incluidos), a ver si suena la flauta por casualidad. Pero, vamos a ver, este gobierno ¿no es socialista? ¡Ah, que socialista no significa lo que antes! ¡Vaya por dios y uno sin enterarse!

1 comentario:

Anónimo dijo...

A ver si escribimos más a menudo que hace casi un mes que no das una palo al blog.
Un abrazo