domingo, 4 de febrero de 2007

Error matemático

No quería hablar de ello, de verdad que no. Ayer, sábado 3 de febrero, hubo una manifestación en Madrid (¡sufrido Madrid que soporta manifestaciones y obras faraónicas!). La convocaban varias asociaciones y el PP contra la negociación con ETA. Nada que objetar: el desacuerdo en democracia es normal, en el supuesto de que este escribidor fuera forofo de la negociación, que no, pero que no la descarta. Lo reseñable fue que, a pesar de la voluntad expresa de las asociaciones convocantes de no pronunciarse contra el gobierno, hubo quienes sí lo hicieron, con mala leche y mala educación. No pretendo defender a este gobierno, es más, no creo que haya gobierno que deba ser defendido por un simple ciudadano de a pie. Ya tienen ellos –los gobiernos- suficientes medios, poder y herramientas para hacerlo.

La cuestión es que hace unas semanas se manifestaron tantos ciudadanos como los de ayer (diez mil arriba, diez mil abajo) simplemente contra el terrorismo y por la paz, sin entrar en otras cuestiones, pero los únicos gritos contra algo –y en tono festivo- fueron contra Telemadrid, famosa emisora de televisión autonómica que no es que sea correa de transmisión del gobierno ‘popular’ de Esperanza Aguirre sino un auténtico piñón fijo. Televisión también famosa por sus mendacidades, su capacidad de distorsionar lo evidente y de ponerse el mundo por montera.

A ese respecto, la otra cuestión a destacar es que la propia Comunidad de Madrid salió a la palestra (apenas media hora después de iniciarse la manifestación) para proclamar la buena nueva de que se habían manifestado contra la negociación ¡un millón y medio de ciudadanos! La delegación del gobierno de Madrid (que suele hacer cálculos más matemáticos y no de política ficción) indicó que los manifestantes eran 181.000.

No se trata ahora de dilucidar si hay que negociar o no con los bárbaros descerebrados de ETA. Quiero llamarles la atención sobre el bonito error matemático de la Comunidad de Madrid de Esperanza Aguirre, a pesar de la sencillez del cálculo de los asistentes a una concentración humana. Es un problema de geometría y aritmética elementales. Primero se calcula la base por la altura de las rectangulares calles llenas de manifestantes o de las circulares plazas y se obtienen los metros cuadrados ocupables; luego se considera cuantos ciudadanos caben en un metro cuadrado y se barajan diversas variables: que estén algo separados, que puedan bailar sevillanas, que estén juntitos o apretados. A continuación es preciso multiplicar el número de metros cuadrados por los ciudadanos que caben en uno de tales metros en la variable de apretura o densidad considerada y ya tenemos el número total de manifestantes.

En el caso del dato facilitado por la Comunidad de Madrid de Esperanza Aguirre, uno debería concluir que la apretura de ciudadanos manifestantes por metro cuadrado debía ser cuanto menos pornográfica; es decir, debían ir todos desnudos (para que la ropa no impidera ocupar superficie apretadamente) y todos absolutamente pegados unos a otros para que cupieran más. Eso o que quien hizo los cálculos indicados antes sepa tanta geometría simple y aritmética elemental como literatura doña Esperanza, que creía que el portugués premio Nobel José Saramago es una pintora (Sara Mago, ¿lo pillan?).

Posiblemente sea el mismo que calcula el volumen de gas utilizado para calefacción en el palacete familiar de doña Esperanza, y sus errores aritméticos son la causa de las enormes facturas de gas que hacen que doña Esperanza llegue a fin de mes con dificultad, según confesó semanas atrás para regocijo de guionistas de programas humorísticos de televisión.

1 comentario:

Marigil dijo...

Leyendo tu post no he podido sujetar mi imaginación. Y en el momento menos oportuno, cuando dices: "... la apretura de ciudadanos manisfestantes por metro cuadrado debía ser cuanto menos pornográfica;", le he dado más rienda suelta.

El día citado andaba por casualidad por la calle Alcala y, casi a la altura del Circulo de Bellas Artes, me crucé con un hombre maduro de unos cicuenta años bien largos, bigote espeso, casi provocador, gafas con montura de metal y grandes, semitintadas, boina marrón, abrigo de paño y paragüas en la mano. Unos metros antes ya le había visto y, por su aspecto, me calló bien. Prejuicios que tiene uno.

Pero cuando me lo crucé me fijé más en el paragüas. Era rojo y gualda como dice la canción. Escasos metros antes miré a traves del cristal, no con escasa envidia, a los que tranquilamente hablaban y tomaban una copa en el Circulo. Al hombre del paragüas no le envidié.

Cuando lo dejé a mi espalda me crucé con el humo de su puro. No me paré a pensarlo demasiad, pero ahora me arrepiento de no haber seguido ese olor. Siento debilidad por los habanos y, si encima me rodean cientos de personas (són las que caben en un metro cuadrado) desnudas, en las que seguro que había señoras, cuando los huelo, no encuentro mejor situación para pasar la tarde del sabado.

Yo prometo que me lo pasé peor.