

Dicen que la muerte por hambre es lenta, pero llega. A la otrora exultante Argentina llegó el hambre. Fue la crisis del “corralito”, fue el desmoronamiento de la economía argentina, fue la desaparición de la clase media en cuestión de meses, fue la instalación de la pobreza y la llegada del hambre. Y el hambre y la pobreza se quedaron.
Que nadie se llamé a engaño, esta tremenda situación, de la que a duras penas los argentinos empiezan a salir ahora, no fue por un maleficio extraño ni por mal de ojo o mala suerte. Fue por la acción y actuación de cientos o de miles de seres humanos (que de humanos tienen poco), dentro y fuera de Argentina, fieles a un sistema y a unos principios deleznables. El sistema, el capitalista neoliberal. Los principios, los que dicen que uno sólo se debe preocupar de sus asuntos, que lo primero es el beneficio y que es más importante tener y atesorar que ser, crear y solidarizarse.
¿Qué pensar de un país, de un continente, de un mundo que presume de civilizado, pero en el que sus niños mueren de hambre? Cuando alguien quiera analizar nuestro tiempo, cuando alguien pretenda averiguar cuánto de verdad y mentira hay en un sistema económico y social (el de mercado, el capitalista neoliberal) que tiene la pretensión de que no hay alternativa y de que éste es el mejor mundo posible, que recuerde que en el que fuera el país más próspero de América Latina, hay tanta hambre que los niños mueren de hambre. Y los niños se han de lanzar a la calle para exigir que se acabe con esa lacra vergonzosa.
Ésta es la cuarta marcha nacional en Argentina contra el hambre infantil. Los Chicos del Pueblo explicaron que este año "la marcha la iniciamos en la provincia de Misiones en homenaje a los 17 niños de menos de dos años que murieron por desnutrición el pasado año".
No digamos que el mundo es así, que no se puede hacer nada, que para hacer tortilla hay que romper huevos ni ninguna otra cobardía o majadería semejante. Siempre se puede hacer algo contra tanta injusticia y estupidez, por modesto que sea lo que se haga. Aunque sólo sea gritar de indignación, denunciar en voz alta, escribir hasta por las paredes, para crear un estado de opinión sólido, indestructible, que permita cambiar las cosas cuando las cosas son tan indignas y vergonzosas.
Ésta es la cuarta marcha nacional en Argentina contra el hambre infantil. Los Chicos del Pueblo explicaron que este año "la marcha la iniciamos en la provincia de Misiones en homenaje a los 17 niños de menos de dos años que murieron por desnutrición el pasado año".
No digamos que el mundo es así, que no se puede hacer nada, que para hacer tortilla hay que romper huevos ni ninguna otra cobardía o majadería semejante. Siempre se puede hacer algo contra tanta injusticia y estupidez, por modesto que sea lo que se haga. Aunque sólo sea gritar de indignación, denunciar en voz alta, escribir hasta por las paredes, para crear un estado de opinión sólido, indestructible, que permita cambiar las cosas cuando las cosas son tan indignas y vergonzosas.
Que nadie se llamé a engaño, esta tremenda situación de la que a duras penas los argentinos salen ahora no fue por un maleficio extraño ni por mal de ojo ni por nada más que la acción y actuación de cientos o de miles de seres humanos (que de humanos tienen poco o nada), fieles a un sistema y a unos principios deleznables. El sistema, el capitalista neoliberal. Los principios, aquellos que dicen que uno sólo se debe preocupar de sus asuntos, también que lo primero son los beneficios, y que es más importante tener y atesorar que ser y crear.
¿Qué pensar de un país, de un continente, de un mundo que presume de ser civilizado en el qué sus niños mueren de desnutrición, de hambre? Cuando alguien quiera analizar nuestro tiempo, cuando alguien pretenda averiguar cuánto de verdad y cuanto de mentira hay en un sistema social y económico (el de mercado, el capitalista neoliberal) que tiene la pretensión de que no hay otra alternativa y que éste es el mejor mundo posible, que recuerde que en el que fuera el país más próspero de América Latina, hay tanta hambre que los niños mueren de hambre y que los niños se han de lanzar a la calle para exigir que se acabe con esa lacra vergonzosa.
¿Qué pensar de un país, de un continente, de un mundo que presume de ser civilizado en el qué sus niños mueren de desnutrición, de hambre? Cuando alguien quiera analizar nuestro tiempo, cuando alguien pretenda averiguar cuánto de verdad y cuanto de mentira hay en un sistema social y económico (el de mercado, el capitalista neoliberal) que tiene la pretensión de que no hay otra alternativa y que éste es el mejor mundo posible, que recuerde que en el que fuera el país más próspero de América Latina, hay tanta hambre que los niños mueren de hambre y que los niños se han de lanzar a la calle para exigir que se acabe con esa lacra vergonzosa.