miércoles, 16 de mayo de 2007

De sinvergüenzas y dignidad

El presidente del Banco Mundial, Paul Wolfowitz, en un patético último intento por conservar su puesto ha implorado a los miembros del Consejo Ejecutivo de esa entidad que lo mantengan en el cargo con la promesa de introducir cambios en su modo de dirigir y en sus modales.
¡A buenas horas mangas verdes!

Recordarán que el tal Wolfowitz (que antes fue peligroso Secretario de Defensa del gobierno de EEUU) está en la picota por haber aumentado el sueldo de su novia (que tenía un cargo menor en el Banco Mundial), porque le dio la gana, hasta cobrar incluso más que la secretaria de Estado, Condoleeza Rice.

No sé qué pensarán, pero lo último que ha de perder un ser humano, digno de tal nombre, es precisamente la dignidad, lo que en el mundillo taurino se llama vergüenza torera. ¡Eso de ponerse en plan llorica porque vas a perder el momio por tu mala cabeza!
Wolfowitz ha practicado una de las corruptelas más extendidas entre quienes tienen algún poder: beneficiar porque sí a los cercanos, amigos o amantes, pasándose por el arco de triunfo cualquier principio de decencia y ecuanimidad.

Lo malo de esos nuevos dueños del mundo es que no sólo suelen ser unos sinvergüenzas sino que además no tienen ni atisbos de dignidad.
Y hablando de sinvergüenzas, el destape del sumario de la llamada “Operación Malaya” (una mal oliente trama de corrupción y blanqueo de dinero que arrancó del ayuntamiento de Marbella) ha revelado que los principales implicados (el cerebro Roca, al ex alcalde y ex camarero Julián Muñoz…) han utilizado a sus familiares más directos para ocultar grandes cantidades de dinero negro y sucio, dinero procedente de delitos varios. Se han ocultado tras las faldas de mujeres, ex mujeres y amantes.

Tal vez la literatura, el teatro y el cine hayan consagrado un sinvergüenza simpático, quizás el que enraizaba con el pícaro del siglo XVI, pero los sinvergüenzas de hoy (Wolfowitz, Roca, Muñoz y otros muchos) ni siquiera caen bien, porque, además de ser unos caraduras sin pizca de estilo, son zafios y vulgares: no tienen la menor dignidad, ninguna vergüenza torera, que es el valor de aguantar el tirón aunque te vayan a cornear.

Son seres absolutamente escupibles, aunque sus trajes de alpaca, camisas y corbatas de seda, y zapatos de fina piel, los disfracen y camuflen casi del todo. Tal vez haya que hacer público y notorio nuestro profundo desprecio por personajes tan deleznables.

2 comentarios:

Tesa Medina dijo...

Me uno a tu desprecio y revindico que al menos nos quede la protesta ya que parece ser que la indiferencia de unos, la frivolidad de otros, y los enormes intereses económicos de unos pocos hacen que la impunidad campe a sus anchas. Y te dejo esta frase de Einstein que bien merece una reflexión:

La vida es muy peligrosa. No por las personas que hacen el mal, sino por las que se sientan a ver lo que pasa.

Deberíamos empezar todos a mover el culo del asiento.

Anónimo dijo...

Yo también me uno a tu protesta. Cuando un ser humano pierde dinero, trabajo, amor o incluso la salud tiene todo el respeto del mundo, pero cuando pierde su dignidad, lo ha perdido todo en la vida.
En el caso de la corrupción en el Ayuntamiento de Marbella, lo que más me indigna es que todos se creen inocentes. Pienso, que si solo uno de los imputados, solo uno, dijera "soy culpable" estaríamos en el buen camino hacia una sociedad coherente con las fechorías que ha hecho. Besos Vicky.