Un pequeño apunte para que no decaiga la fiesta.
Leído en algunos periódicos de estos días. Francisco Franco continuará ostentando el título de alcalde de honor "a perpetuidad" de Salamanca otorgado en 1964, así mismo seguirá siendo poseedor de la primera Medalla de Oro de la ciudad concedida en 1948, en plena y atroz postguerra, por cierto.
El Grupo Popular en el Ayuntamiento de Salamanca rechazó en sesión extraordinaria la moción presentada por el Grupo Socialista. La rechazó sin debatir ni aportar ninguna razón ni justificación de su negativa a desposeer al dictador de esos honores. Si temían que el feroz Acebes los llamara al orden por votar en contra, sólo se tenían que abstener, tal como han hecho concejales de su mismo partido en otros ayuntamientos, como Girona y Granollers, donde sí han desposeído al dictador de los honores concedidos durante su nefasta y autoritaria gobernación.
Para más inri, la concesión de la dicha medalla se hizo sin abrir expediente previo necesario por -decía el adulador texto municipal de la concesión- "resultar mezquino un expediente para recoger el desbordado entusiasmo y la expresión de gratitud infinita que la municipalidad salmantina siente y guarda al Generalísimo". ¡Toma ya!
No pretendo que todos los integrantes del Partido Popular sean franquistas, neofranquistas o criptofranquistas ni mucho menos, pero los que manejan el cotarro, los influyentes, los que deciden, sí lo son. O hacen cuanto pueden para que lo parezca más allá de toda duda razonable.
¡Este país empieza no tener remedio!
sábado, 27 de enero de 2007
jueves, 25 de enero de 2007
Las personas por delante
El Public Eye Award premia cada año a las empresas "más irresponsables", a modo de unos oscar empresariales para los más impresentables. Este año, el premio ha sido para la farmacéutica suiza Novartis y para la empresa japonesa de neumáticos Bridgestone, por el comportamiento de ambas "particularmente escandaloso". Los ganadores de este anti-premio lo han sido destacando entre cuarenta propuestas de conductas empresariales inaceptables, presentadas por cientos de organizaciones sociales y solidarias de todo el mundo. Según los otorgantes del premio, las empresas galardonadas se han caracterizado por unos comportamientos sociales y medioambientales que son cara oscura y escondida de la globalización neoliberal para conseguir enormes beneficios a toda costa. Bridgestone ha sido premiada por "aprovecharse de unas condiciones de trabajo casi de esclavitud, que mantiene en sus plantaciones de caucho en Liberia desde hace 80 años" y por "utilizar trabajo infantil y causar daños medioambientales". Novartis ha sido galardonada por "recurrir ante la justicia para limitar el acceso y el desarrollo de los medicamentos genéricos de bajo precio".
Ésta es la noticia escueta. Lo que hay detrás es avaricia, sordidez y mezquindad difícilmente superables. Pura miseria moral. El caso de Bridgestone es evidente, pero veamos el caso de Novartis desde más cerca. Esta poderosa empresa farmacéutica suiza ha demandado ante los tribunales al gobierno de la India para obligarle a que acepte sus patentes de pizarrín en el territorio soberano indio. Patentes que, dicho sea de paso, en ocasiones son el truco del almendruco o, mejor, el timo del tocomocho. Si gana, India ya no podrá producir medicamentos genéricos de menor precio que los fármacos de Novartis y otras compañías. Y entonces los enfermos de sida y de cáncer del Tercer Mundo, por ejemplo, que viven gracias a los genéricos que produce India, se morirán mucho antes y, además, sufrirán más, porque no tendrán acceso a esos fármacos. Un tratamiento con fármaco genérico indio contra el cáncer, pongamos por caso, cuesta 300 dólares. El mismo con medicamentos de Novartis u otro, 3.600.
India se ha convertido en fabricante proveedor de medicamentos genéricos contra el sida o el cáncer a bajo precio. Las empresas farmacéuticas indias no son ong, son empresas que pretenden beneficios, pero la diferencia con las monstruosas corporaciones farmacéuticas de los países ricos (como Novartis, Pfizzer u otras de similar calaña) es que tienen en cuenta que los medicamentos son para los pacientes y no al revés, es decir, que las personas han de estar por delante de las patentes. No renuncian a los beneficios, pero probablemente descartan los beneficios obscenos y esa es la diferencia. Intermón Oxfam junto con Médicos Sin Fronteras han lanzado una campaña global (recogida millonaria de firmas y actos públicos de razonamiento, explicación y rechazo, entre otros) para convencer a Novartis de que ha de retirar la demanda interpuesta, cuya vista preliminar empezó precisamente hace un par de días.
No se llamen a engaño. Este escribidor no pretende cambiar la discutible condición humana. No pretende que las empresas no persigan beneficios, sino que, cuanto antes mejor, recuperemos un orden de valores que sirva a los seres humanos y al planeta Tierra, que es el único que tenemos por ahora, y no sólo a la cuenta de resultados de la que por cierto maman muy pocos con unos cuantos más como adlátares, sicarios, cómplices necesarios y colaboradores. El orden de valores que pone a las personas por delante.
Ésta es la noticia escueta. Lo que hay detrás es avaricia, sordidez y mezquindad difícilmente superables. Pura miseria moral. El caso de Bridgestone es evidente, pero veamos el caso de Novartis desde más cerca. Esta poderosa empresa farmacéutica suiza ha demandado ante los tribunales al gobierno de la India para obligarle a que acepte sus patentes de pizarrín en el territorio soberano indio. Patentes que, dicho sea de paso, en ocasiones son el truco del almendruco o, mejor, el timo del tocomocho. Si gana, India ya no podrá producir medicamentos genéricos de menor precio que los fármacos de Novartis y otras compañías. Y entonces los enfermos de sida y de cáncer del Tercer Mundo, por ejemplo, que viven gracias a los genéricos que produce India, se morirán mucho antes y, además, sufrirán más, porque no tendrán acceso a esos fármacos. Un tratamiento con fármaco genérico indio contra el cáncer, pongamos por caso, cuesta 300 dólares. El mismo con medicamentos de Novartis u otro, 3.600.
India se ha convertido en fabricante proveedor de medicamentos genéricos contra el sida o el cáncer a bajo precio. Las empresas farmacéuticas indias no son ong, son empresas que pretenden beneficios, pero la diferencia con las monstruosas corporaciones farmacéuticas de los países ricos (como Novartis, Pfizzer u otras de similar calaña) es que tienen en cuenta que los medicamentos son para los pacientes y no al revés, es decir, que las personas han de estar por delante de las patentes. No renuncian a los beneficios, pero probablemente descartan los beneficios obscenos y esa es la diferencia. Intermón Oxfam junto con Médicos Sin Fronteras han lanzado una campaña global (recogida millonaria de firmas y actos públicos de razonamiento, explicación y rechazo, entre otros) para convencer a Novartis de que ha de retirar la demanda interpuesta, cuya vista preliminar empezó precisamente hace un par de días.
No se llamen a engaño. Este escribidor no pretende cambiar la discutible condición humana. No pretende que las empresas no persigan beneficios, sino que, cuanto antes mejor, recuperemos un orden de valores que sirva a los seres humanos y al planeta Tierra, que es el único que tenemos por ahora, y no sólo a la cuenta de resultados de la que por cierto maman muy pocos con unos cuantos más como adlátares, sicarios, cómplices necesarios y colaboradores. El orden de valores que pone a las personas por delante.
miércoles, 24 de enero de 2007
Regresemos algo a la sensatez
Estos días se celebran dos reuniones mundiales de signo opuesto. El Foro Económico Mundial y el Foro Social Mundial. El primero se celebra en Davos (Suiza) y el segundo en Nairobi (Kenia). El foro de los ricos reúne unos dos mil quinientos ejecutivos de grandes empresas y corporaciones transnacionales, representantes de gobiernos, potentados financieros, algunos académicos y algunos líderes religiosos. Al foro de los ciudadanos asisten unos 80.000 representantes de un millar de organizaciones sociales y solidarias de más de 100 países. El foro Económico nació en 1971, el Social celebra su séptima edición y se considera el mayor encuentro de organizaciones no gubernamentales y grupos alternativos a la globalización neoliberal que nos invade y sufrimos desde hace un par de décadas.
El Foro Económico este añose preocupa por la seguridad y –dicen- que por el calentamiento global; en tanto que el Foro Social insiste –con datos y más datos- que la globalización neoliberal nos lleva al desastre (más pobreza, más desigualdad, más destrucción lenta y segura del planeta) y que es posible construir otro mundo. Los reunidos en Nairobi trabajan durante al son de la canción de Bob Marley. “Levántate, defiende tus derechos, no abandones la lucha, Los de Davos han hecho un informe previo que más parece un ejercicio cutre de política ficción propio de guionistas de serie B (ó C) de Hollywood, que se convierten en esas horrendas películas con actores y directores superdesconocidos en las que siempre hay tremendos ataques terroristas y similares. Un presunto informe sin documentar sin pruebas, sin siquiera indicios.
Ese presunto informe profetiza una pandemia de gripe aviar con origen en China (que llega a matar un millón de personas en dos años), una ataque terrorista en los estrechos de Malasia contra petroleros (lo que pondrá le precio del petróleo por las nubes con la consiguiente recesión y demás desastres económicos) y el calentamiento global (cuya existencia reconocen 36 años después del nacimiento del Foro de los ricos). Sobre el calentamiento, la catástrofe que predice el presunto informe es que este mismo año, unas inundaciones arruinarán las cosechas del sureste asiático, que producirán graves tensiones en Bangladesh, en tanto que en EE UU los suministros de petróleo se verán interrumpidos, pero (¡menos mal!) cambiará la percepción del cambio climático en general, mientras los parlamentos empiezan a tomar medidas para preservar el medio ambiente, lo que hará subir el gasto público y los déficits fiscales (¡Cielos, el horror neoliberal!), pero puesto que dios aprieta, pero no ahoga, habrá una bajada del mercado inmobiliario y de valores, lo que llevará al crecimiento del ahorro privado en las economías desarrolladas y se empezarán a corregir las desigualdades económicas globales. ¡Menos mal!
Si no fuera porque la situación es grave, sería para reírse, aunque, para ser sinceros, el humorismo y comicidad de dicho informe previo de Davos es de la categoría de Urdaci, reaccionario, incompetente y oportunista director de informativos de TVE en los últimos años del gobierno del PP, pasado a monologuista con menos gracia que una patada en los testículos.
Los del Foro Social se trazan objetivos concretos (estudio de la veloz urbanización de África y sus negativas consecuencias, atajar la pandemia de sida, aminorar las consecuencias civiles de los conflictos bélicos o hacer frente a los tratados injustos de comercio que esquilmarán aún más al antaño denominado Tercer Mundo). Pero, en cambio, los del Foro Económico no son capaces siquiera de reconocer que la raíz de muchos problemas de la Humanidad es el propio sistema económico que eloos defienden y mantienen con tanta alegría, en tanto se enzarzan en estériles ejercicios de imaginación y reafirman “mantenella y no enmendalla” la versión neoliberal del capitalismo. La peor que ha soportado la Humanidad.
Uno no pide la revolución (tal vez porque ya esté mayor), sino que se empiece por reconocer que las dos décadas de imperio globalizador neoliberal han sido un desastre (salvo para una minoría) y vamos hacia atrás. Y procurar poner remedio desde la raíz. Cuando uno está hecho polvo (con mucho dolor, por ejemplo) antes de hallar una terapia que ataje el mal, precisa analgésicos, porque, dicho sea entre nosotros, el dolor no purifica un carajo ni nada por el estilo.
Hasta que sepamos como demonios enmendar este mundo que camina hacia la auto disolución más o menos veloz, volvamos por lo menos al llamado capitalismo de rostro humano, que se siguió desde la crisis del 29 hasta los ochenta. Volvamos a la política por encima de la economía. Volvamos a ciertos controles de la economía. Y, sobre todo, recuperemos qué significa democracia (que no es equivalente a economía de mercado a ultranza, por cierto) más allá de los avances de la mercadotecnia. Por favor.
El Foro Económico este añose preocupa por la seguridad y –dicen- que por el calentamiento global; en tanto que el Foro Social insiste –con datos y más datos- que la globalización neoliberal nos lleva al desastre (más pobreza, más desigualdad, más destrucción lenta y segura del planeta) y que es posible construir otro mundo. Los reunidos en Nairobi trabajan durante al son de la canción de Bob Marley. “Levántate, defiende tus derechos, no abandones la lucha, Los de Davos han hecho un informe previo que más parece un ejercicio cutre de política ficción propio de guionistas de serie B (ó C) de Hollywood, que se convierten en esas horrendas películas con actores y directores superdesconocidos en las que siempre hay tremendos ataques terroristas y similares. Un presunto informe sin documentar sin pruebas, sin siquiera indicios.
Ese presunto informe profetiza una pandemia de gripe aviar con origen en China (que llega a matar un millón de personas en dos años), una ataque terrorista en los estrechos de Malasia contra petroleros (lo que pondrá le precio del petróleo por las nubes con la consiguiente recesión y demás desastres económicos) y el calentamiento global (cuya existencia reconocen 36 años después del nacimiento del Foro de los ricos). Sobre el calentamiento, la catástrofe que predice el presunto informe es que este mismo año, unas inundaciones arruinarán las cosechas del sureste asiático, que producirán graves tensiones en Bangladesh, en tanto que en EE UU los suministros de petróleo se verán interrumpidos, pero (¡menos mal!) cambiará la percepción del cambio climático en general, mientras los parlamentos empiezan a tomar medidas para preservar el medio ambiente, lo que hará subir el gasto público y los déficits fiscales (¡Cielos, el horror neoliberal!), pero puesto que dios aprieta, pero no ahoga, habrá una bajada del mercado inmobiliario y de valores, lo que llevará al crecimiento del ahorro privado en las economías desarrolladas y se empezarán a corregir las desigualdades económicas globales. ¡Menos mal!
Si no fuera porque la situación es grave, sería para reírse, aunque, para ser sinceros, el humorismo y comicidad de dicho informe previo de Davos es de la categoría de Urdaci, reaccionario, incompetente y oportunista director de informativos de TVE en los últimos años del gobierno del PP, pasado a monologuista con menos gracia que una patada en los testículos.
Los del Foro Social se trazan objetivos concretos (estudio de la veloz urbanización de África y sus negativas consecuencias, atajar la pandemia de sida, aminorar las consecuencias civiles de los conflictos bélicos o hacer frente a los tratados injustos de comercio que esquilmarán aún más al antaño denominado Tercer Mundo). Pero, en cambio, los del Foro Económico no son capaces siquiera de reconocer que la raíz de muchos problemas de la Humanidad es el propio sistema económico que eloos defienden y mantienen con tanta alegría, en tanto se enzarzan en estériles ejercicios de imaginación y reafirman “mantenella y no enmendalla” la versión neoliberal del capitalismo. La peor que ha soportado la Humanidad.
Uno no pide la revolución (tal vez porque ya esté mayor), sino que se empiece por reconocer que las dos décadas de imperio globalizador neoliberal han sido un desastre (salvo para una minoría) y vamos hacia atrás. Y procurar poner remedio desde la raíz. Cuando uno está hecho polvo (con mucho dolor, por ejemplo) antes de hallar una terapia que ataje el mal, precisa analgésicos, porque, dicho sea entre nosotros, el dolor no purifica un carajo ni nada por el estilo.
Hasta que sepamos como demonios enmendar este mundo que camina hacia la auto disolución más o menos veloz, volvamos por lo menos al llamado capitalismo de rostro humano, que se siguió desde la crisis del 29 hasta los ochenta. Volvamos a la política por encima de la economía. Volvamos a ciertos controles de la economía. Y, sobre todo, recuperemos qué significa democracia (que no es equivalente a economía de mercado a ultranza, por cierto) más allá de los avances de la mercadotecnia. Por favor.
viernes, 19 de enero de 2007
O estamos perdidos
Navegando por la prensa digital, he leído una entrevista con Neus Catalá, una superviviente del campo de concentración nazi de Ravensbrück. Hace mucho tiempo que no me sentía tan impresionado por un ser humano con tanta entereza, con tanta sensatez, con tanta lucidez y con tanto coraje.
Neus, que tiene 91 bien vividos años, es una republicana de arriba abajo, en el más nítido y pleno sentido de ser republicano, que va más allá, muchísimo más allá, de querer sustituir la monarquía por una forma de estado cuya jefatura no sea sucesoria y sí elegida.
Neus era enfermera cuando las tropas rebeldes de Franco entraron en Barcelona en enero de 1937. Cruzó la frontera y se enroló enseguida en la resistencia francesa, hasta que un miserable boticario la denunció a la Gestapo nazi. La enviaron al campo de exterminio de Ravensbrück y allí continuó resistiendo. Hoy no quiere olvidar, aunque le suponga dolor, porque se lo debe a las compañeras que murieron en aquel infierno. Tenía buena salud y eso la libró de la muerte inmediata, pero la trasladaron a Flossenbürg, un campo de exterminio de hombres, donde trabajó en una fábrica de balas antiaéreas. Con sus compañeras, saboteó cuanto pudo la producción de proyectiles, reduciéndola a la mitad, echando en la máquina escupitajos, serrín, moscas o lo que se les ocurría, jugándose la vida. Por las noches, mantenían la moral alta organizando sesiones de contar cuentos, cantando tangos o enseñando y aprendiendo idiomas, pero vivían rodeadas de muertes por tifus, por hambre, gaseadas, devoradas por los perros, ahogadas en las comunas, reventadas por inyecciones de gasolina.
Hoy, desde la lucidez valerosa de sus fructíferos 91 años, a la vista de todo lo que pasa, se pregunta: “¿Por qué no protesta más la gente?” Y remata: “Si nosotros no hacemos política, la harán los enemigos”.
Creo que lamentablemente ya no quedan personas como Neus, a pesar de que son necesarias, imprescindibles. Estos son tiempos de gentecillas banales, estúpidos codiciosos, cobardes unidos, acoquinados por la vida que no han sabido hacer otra cosa que tener, tener y tener, en lugar de ser. Neus tiene razón: más y más ciudadanos deben volver –o probablemente ir por primera vez- a la política, ciencia, arte o lo que les de la gana de organizar las relaciones de poder, de armonizar los diversos intereses en la economía (más allá de la basura falaz que pretende que ‘el mercado’ es un dios sabio que regula y controla el mundo) y de hacer que se cumpla y respete de una jodida vez la declaración universal de derechos humanos.
Neus tiene toda la razón: o los ciudadanos hacemos política y no se la dejamos a ‘los políticos’ o estamos perdidos.
Neus, que tiene 91 bien vividos años, es una republicana de arriba abajo, en el más nítido y pleno sentido de ser republicano, que va más allá, muchísimo más allá, de querer sustituir la monarquía por una forma de estado cuya jefatura no sea sucesoria y sí elegida.
Neus era enfermera cuando las tropas rebeldes de Franco entraron en Barcelona en enero de 1937. Cruzó la frontera y se enroló enseguida en la resistencia francesa, hasta que un miserable boticario la denunció a la Gestapo nazi. La enviaron al campo de exterminio de Ravensbrück y allí continuó resistiendo. Hoy no quiere olvidar, aunque le suponga dolor, porque se lo debe a las compañeras que murieron en aquel infierno. Tenía buena salud y eso la libró de la muerte inmediata, pero la trasladaron a Flossenbürg, un campo de exterminio de hombres, donde trabajó en una fábrica de balas antiaéreas. Con sus compañeras, saboteó cuanto pudo la producción de proyectiles, reduciéndola a la mitad, echando en la máquina escupitajos, serrín, moscas o lo que se les ocurría, jugándose la vida. Por las noches, mantenían la moral alta organizando sesiones de contar cuentos, cantando tangos o enseñando y aprendiendo idiomas, pero vivían rodeadas de muertes por tifus, por hambre, gaseadas, devoradas por los perros, ahogadas en las comunas, reventadas por inyecciones de gasolina.
Hoy, desde la lucidez valerosa de sus fructíferos 91 años, a la vista de todo lo que pasa, se pregunta: “¿Por qué no protesta más la gente?” Y remata: “Si nosotros no hacemos política, la harán los enemigos”.
Creo que lamentablemente ya no quedan personas como Neus, a pesar de que son necesarias, imprescindibles. Estos son tiempos de gentecillas banales, estúpidos codiciosos, cobardes unidos, acoquinados por la vida que no han sabido hacer otra cosa que tener, tener y tener, en lugar de ser. Neus tiene razón: más y más ciudadanos deben volver –o probablemente ir por primera vez- a la política, ciencia, arte o lo que les de la gana de organizar las relaciones de poder, de armonizar los diversos intereses en la economía (más allá de la basura falaz que pretende que ‘el mercado’ es un dios sabio que regula y controla el mundo) y de hacer que se cumpla y respete de una jodida vez la declaración universal de derechos humanos.
Neus tiene toda la razón: o los ciudadanos hacemos política y no se la dejamos a ‘los políticos’ o estamos perdidos.
martes, 16 de enero de 2007
El imprescindible respeto a la verdad
Éste –España- es el reino de la paradoja. O del cachondeo intelectual. Estos días, a propósito de unirse contra ETA, ofertas de colaboración del presidente del Gobierno al PP y demás suertes diversas que tienen que ver con la banda descerebrada ETA, se ha podido ver, leer u oír en los medios que los políticos, los partidos se han de unir contra ETA y dejar las cuestiones que puedan separar, en una especie de cajón de sastre paradisíaco que no tiene en cuenta lo que está pasando.
Lo han dicho también ciudadanos del País Vasco y de otros lugares (sobre todo de Madrid, que son los que están más a tiro de los reporteros de calle de las televisiones), interrogados micro en mano, en esas pretendidas encuestas que proporcionan la falsa sensación de recoger la ‘opinión ciudadana’ (cuando lo único que hacen es grabar a voleo lo que piensan quienes pasaban por ahí). Y todos, incluidos sesudos analistas (o que tal pretenden) y hasta un editorial del no menos sesudo “El País”, reparten culpas en la imposible unidad contra los terroristas.
Pues bien, disculpen lo que parece fatuidad, pero no es tal, se lo juro por el Blasillo de Forges o los estupendos brochazos de ironía amarga y lúcida de El Roto. ¿Qué significa ese repartir culpas en la no consecución de la unidad contra ETA cuando el único actor que no sólo se niega sino que se opone de verdad a esa unidad es el PP? En buen castellano, eso sólo significa miopía aguda, incapacidad para ver las cosas como son. Vamos a ver, si todos los partidos menos uno están por esa unidad antiterrorista (y a los hechos me remito), ¿quién es el responsable de que no exista esa unidad? ¡Por favor! Esa puñetera y, al parecer hispánica manía, de repartir culpas (tal vez por que eso se considera más democrático, en un país con escasa cultura democrática), es sencillamente una estupidez. Todos quieren la unidad, pero hay uno que dice que todo debe continuar como antes: la unidad sólo ente dos, y además, el otro de los dos ha de hacer lo que él quiere o no hay trato. En la más caritativa de las consideraciones, eso es una majadería de corte adolescente o infantil.
Es tal como si en el tremendo y repugnante problema de la violencia contra las mujeres, se pretendiera que, para ser ecuánimes, la responsabilidad se ha de repartir por igual entre los maltratadotes y las víctimas del maltrato.
No hay tal. Aunque es cierto que entre los seres humanos hay cuestiones complicadas, difíciles de dilucidar y de desentrañar, también es cierto (como que al día sucede la noche) que hay otras que no son así. Permítanme que les sugiera algo para su propia higiene mental o intelectual como prefieran. Siempre que ante la exposición de un problema, de una situación de injusticia, por ejemplo, si el interlocutor contesta (un político, por ejemplo o un gran financiero o empresario) diciendo algo así como “es una situación compleja” para no responder en realidad a lo preguntado, sepa que está ante un sinvergüenza intelectual que no tiene la menor intención de averiguar nada sobre lo que usted le pregunte y que cuanta más confusión haya, mejor para él.
Una vez más, la pretendida equidistancia en el análisis y juicio de algunos problemas de la sociedad, de los pueblos y de los ciudadanos no es otra cosa que torpeza, ceguera o cobardía. Aunque suene muy antiguo (desfasado si quieren), la búsqueda de la verdad entre los hombres y mujeres de la Tierra (lo que es, no sólo lo que parece o lo que interesa) continúa siendo imprescindible para la supervivencia del género humano.
Lo han dicho también ciudadanos del País Vasco y de otros lugares (sobre todo de Madrid, que son los que están más a tiro de los reporteros de calle de las televisiones), interrogados micro en mano, en esas pretendidas encuestas que proporcionan la falsa sensación de recoger la ‘opinión ciudadana’ (cuando lo único que hacen es grabar a voleo lo que piensan quienes pasaban por ahí). Y todos, incluidos sesudos analistas (o que tal pretenden) y hasta un editorial del no menos sesudo “El País”, reparten culpas en la imposible unidad contra los terroristas.
Pues bien, disculpen lo que parece fatuidad, pero no es tal, se lo juro por el Blasillo de Forges o los estupendos brochazos de ironía amarga y lúcida de El Roto. ¿Qué significa ese repartir culpas en la no consecución de la unidad contra ETA cuando el único actor que no sólo se niega sino que se opone de verdad a esa unidad es el PP? En buen castellano, eso sólo significa miopía aguda, incapacidad para ver las cosas como son. Vamos a ver, si todos los partidos menos uno están por esa unidad antiterrorista (y a los hechos me remito), ¿quién es el responsable de que no exista esa unidad? ¡Por favor! Esa puñetera y, al parecer hispánica manía, de repartir culpas (tal vez por que eso se considera más democrático, en un país con escasa cultura democrática), es sencillamente una estupidez. Todos quieren la unidad, pero hay uno que dice que todo debe continuar como antes: la unidad sólo ente dos, y además, el otro de los dos ha de hacer lo que él quiere o no hay trato. En la más caritativa de las consideraciones, eso es una majadería de corte adolescente o infantil.
Es tal como si en el tremendo y repugnante problema de la violencia contra las mujeres, se pretendiera que, para ser ecuánimes, la responsabilidad se ha de repartir por igual entre los maltratadotes y las víctimas del maltrato.
No hay tal. Aunque es cierto que entre los seres humanos hay cuestiones complicadas, difíciles de dilucidar y de desentrañar, también es cierto (como que al día sucede la noche) que hay otras que no son así. Permítanme que les sugiera algo para su propia higiene mental o intelectual como prefieran. Siempre que ante la exposición de un problema, de una situación de injusticia, por ejemplo, si el interlocutor contesta (un político, por ejemplo o un gran financiero o empresario) diciendo algo así como “es una situación compleja” para no responder en realidad a lo preguntado, sepa que está ante un sinvergüenza intelectual que no tiene la menor intención de averiguar nada sobre lo que usted le pregunte y que cuanta más confusión haya, mejor para él.
Una vez más, la pretendida equidistancia en el análisis y juicio de algunos problemas de la sociedad, de los pueblos y de los ciudadanos no es otra cosa que torpeza, ceguera o cobardía. Aunque suene muy antiguo (desfasado si quieren), la búsqueda de la verdad entre los hombres y mujeres de la Tierra (lo que es, no sólo lo que parece o lo que interesa) continúa siendo imprescindible para la supervivencia del género humano.
domingo, 14 de enero de 2007
Espíritu democrático
Fui a la manifestación de Madrid por la paz, la libertad y contra el terrorismo. Éramos un mogollón de ciudadanos de todas las edades y condiciones sociales, a tenor de las vestimentas y aspectos. Mazo de gente, como dicen ahora los más jóvenes. Unos doscientos mil, mas o menos, pero no es cuestión de entrar en bizantinas luchas numéricas; daría igual si sólo fuimos ciento cincuenta mil.
Fue una marcha pacífica, civilizada y democrática. Ese espíritu se notó en que no hubo ni una sola pancarta insultando al Partido Popular ni a sus adláteres. Ni tampoco hubo gritos furibundos ni injurias ni falacias ni acusaciones ni calumnias contra ningún partido, líder social o dirigente político, como han sido frecuentes y habituales en las concentraciones formalmente convocadas por la innombrable Asociación de Víctimas del Terrorismo del señor Alcaraz.
Digo formalmente, porque no sé si quien ha convocado de verdad esas impresentables concentraciones o manifestaciones ha sido el sector més duro y neofranquista del PP o la facción más ultra de la Cope que lidera Jiménez Losantos, o tal vez ambos. En el fondo no son más que viejas, rancias, desusadas y algo patéticas tácticas leninistas que no pueden sorprender a un viejo rockero como este escribidor.
Lo único que hubo en la manifestación contra el terror y por la paz y la libertad fue corear alguna suave ironía como "¿Dónde están los obispos del PP que aquí no se les ve?" y algunas referencias (muy pocas y sin insulto alguno) a las estruéndosas ausencias del alcalde Ruíz de Madrid y de la presidenta Esperanza Aguirre (sí, hombre, la misma que confundió ante periodistas al premio Nobel de Literatura, José Saramago, con una inexistente pintora, Sara Mago -o tal vez era bailarina, no recuerdo).
El comportamiento de la gente en esa manifestación marca y señala la diferencia entre quienes son demócratas y se lo creen o los que simulan serlo y sólo lo son en función de que les vaya muy bien a ellos y a los demás que les zurzan. Lo que más se gritó fue la palabra paz.
Fue una marcha pacífica, civilizada y democrática. Ese espíritu se notó en que no hubo ni una sola pancarta insultando al Partido Popular ni a sus adláteres. Ni tampoco hubo gritos furibundos ni injurias ni falacias ni acusaciones ni calumnias contra ningún partido, líder social o dirigente político, como han sido frecuentes y habituales en las concentraciones formalmente convocadas por la innombrable Asociación de Víctimas del Terrorismo del señor Alcaraz.
Digo formalmente, porque no sé si quien ha convocado de verdad esas impresentables concentraciones o manifestaciones ha sido el sector més duro y neofranquista del PP o la facción más ultra de la Cope que lidera Jiménez Losantos, o tal vez ambos. En el fondo no son más que viejas, rancias, desusadas y algo patéticas tácticas leninistas que no pueden sorprender a un viejo rockero como este escribidor.
Lo único que hubo en la manifestación contra el terror y por la paz y la libertad fue corear alguna suave ironía como "¿Dónde están los obispos del PP que aquí no se les ve?" y algunas referencias (muy pocas y sin insulto alguno) a las estruéndosas ausencias del alcalde Ruíz de Madrid y de la presidenta Esperanza Aguirre (sí, hombre, la misma que confundió ante periodistas al premio Nobel de Literatura, José Saramago, con una inexistente pintora, Sara Mago -o tal vez era bailarina, no recuerdo).
El comportamiento de la gente en esa manifestación marca y señala la diferencia entre quienes son demócratas y se lo creen o los que simulan serlo y sólo lo son en función de que les vaya muy bien a ellos y a los demás que les zurzan. Lo que más se gritó fue la palabra paz.
sábado, 13 de enero de 2007
No hay equidistancia posible
El diccionario de la lengua española dice que miserable es alguien de escasa cuantía o valor, mezquino, malvado y perverso. Exactamente eso son los que manejan la dirección del Partido Popular. En el eco de la reacción contra el estúpido y cobarde atentado de la T4 de Barajas, los sindicatos CCOO y UGT y la Federación de Asociaciones de Ecuatorianos de España han propuesto una manifestación contra el terror y por la paz. Esa es la convocatoria. Salvo que uno haya sufrido un súbito olvido del sentido y significado de las palabras, está claro el sentido de por qué se convoca. La dirección del PP dice que no acudirá a la manifestación si no figura la palabra ‘libertad’. Los organizadores de la misma incluyen la palabra en la pancarta de cabeza. Pero entonces el PP dice que tampoco irá y pide que se desconvoquen todas las manifestaciones ¡contra ETA!; antes habían dicho que esa manifestación "genera división y siembra confusión en la estrategia de lucha contra ETA". ¿Qué división y qué confusión, coño? ¿Qué confusión hay en expresar de forma pública el rechazo contra los terroristas, que se apueste por la paz y se diga de forma explícita que se está contra el terrorismo y contra los terroristas? ¿Dónde está la confusión? ¿Se referiran a la de ellos?
Uno ya está harto de aguantar franquistas, aunque se camuflen y disfracen de demócratas. Porque los que cortan el bacalao en el PP franquistas son. Neofranquistas, si prefieren, porque no son exactamente como 'aquéllos', pero resucitan muchas cosas de ellos. Tal vez no encajen académicamente, pero su espíritu, muchas de sus actitudes, sus actuaciones apestan a franquismo, a lo que hemos soportado décadas día a día. Estoy más que harto de ver que el espíritu del franquismo revive y se asienta con desfachatez de nuevo en mi país. Aguanté (como tantos millones de españoles, por cierto) y soporté el maldito franquismo durante treinta años de mi vida y no estoy dispuesto a continuar aguantándolos. Son franquistas porque son repugnantemente hipócritas y abyectamente autoritarios como lo fueron los originales. Para estos del PP, la única libertad respetable es la suya, hacer lo que ellos dicen creer. Y hacen y harán cualquier cosa -creen en su inconmensurable estulticia- que les conduzca a gobernar de nuevo este país. No aman la libertad, no les importa un rábano la libertad, porque importarle a uno la libertad es ante todo pensar en la libertad de los otros. Ellos la utilizan, la prostituyen, la mancillan, la pisotean, la sodomizan, pero no la aman.
Amar la libertad no es pretender imponer a toda costa su rancia moral católica, no es defender ante todo la obtención de dividendos y beneficios por encima de todo (aunque sea cargándose las costas y lo que no son costas), no es hacer lo que les de la gana siempre al precio que sea y pagando quien sea, no es sacar réditos del dolor y del sufrimiento de los que han caído por el terror. Libertad para ellos es que les demos siempre la razón, que hagamos lo que ellos quieren, que pasemos por su aro. Pero libertad no es eso. Amar la libertad significa pensar en la libertad de los demás, incluso en la de los que te caen mal. Yo reivindico su libertad, la de los ‘peperos’, ¡faltaría más!, pero también la mía para decir cuanto los desprecio con toda mi alma, porque son franquistas, maquillados, camuflados, ocultos, pero franquistas al fin. Un franquista fundó su partido, Fraga Iribarne, y el estilo y hechos de ese partido son franquistas. Quien ha pasado un cuarto de siglo de su vida combatiendo ese cáncer perverso y despreciable que es el franquismo lo huele, lo identifica, lo reconoce, se oculte como se oculte. ¿Hasta cuando tendremos que aguantar esta maldita cruz?
En Italia y en Alemania, tras la guerra mundial, se pertrecharon para proteger al país, a la democracia naciente y a los ciudadanos contra cualquier rebrote de sus respectivos y nefastos totalitarismos. Para ello hicieron leyes de 'desnazificación' y para 'desfascistizar'pero aquí, setenta años después de la criminal y funesta rebelión militar, aún hay nombres de los criminales de guerra que provocaron la guerra civil en calles, plazas y avenidas de nuestros pueblos y ciudades. ¿Se imaginan que aún hubiera en Roma o Milán una avenida de Mussolini? ¿O en Berlín uan plaza de Hitler, un paseo de Göring o una calle de Himmler? ¡Por favor! Y de aquellos polvos de apocamiento y falta de coraje de la transición (o de visión de futuro) tenemos que chapotear hoy en estos lodos de neofranquismo emergente de hoy. ¿Hasta cuando?
Por eso la cuestión no es meter a todos ‘los partidos’ en el mismo saco. Cierto es que el sistema de partidos está en crisis, pero aquí tenemos una cuestión previa a resolver. Tenemos quie aislar por un lado a los cobardes que se protegen bajo el miserable paraguas de la amenaza de ETA (y conseguir que ETA deje de existir,claro). Y, por otro, hay que expulsar a los franquistas, neofranquistas o criptofranquistas de la vida política española. No hay equidistancia posible. ¿No se dan cuenta de que en casi todas las cuestiones esenciales en política hay dos grupos, uno el PP y otro el resto de partidos? ¿No ven que el PP casi siempre recurre a la mentira pura y dura, a la manipulación gruesa y grosera, a la pura contradicción contra lo que dijeron o hicieron cuando gobernaban?
Por eso no es posible ni éticamente aceptable la equidistancia (¡todos 'los políticos', o todos los partidos, son iguales!). La mayoría de los queridos periodistas deberían acabar de una vez con esa majadería de hablar de ‘los partidos’ sin concretar, sin dar nombres y sin documentarse o cogiendo el rábano por las hojas. No. Una función (hoy casi inexistente) del periodista es criticar a quienes tienen algún tipo de poder, denunciar cualquier mal funcionamiento del sistema democrático, pero con nombres y apellidos, con indicios y documentación. Sencilla, contundente y nítida crítica desde la sociedad civil, desde el ámbito de los ciudadanos. Y que cada palo aguante su vela. No soy del PSOE, ni siquiera les voto, no soy de ningún partido ni tengo ganas de serlo, pero lamentablemente he de continuar siendo antifranquista, que bien me gustaría que no fuera preciso, pero eso es lo que hay.
Uno ya está harto de aguantar franquistas, aunque se camuflen y disfracen de demócratas. Porque los que cortan el bacalao en el PP franquistas son. Neofranquistas, si prefieren, porque no son exactamente como 'aquéllos', pero resucitan muchas cosas de ellos. Tal vez no encajen académicamente, pero su espíritu, muchas de sus actitudes, sus actuaciones apestan a franquismo, a lo que hemos soportado décadas día a día. Estoy más que harto de ver que el espíritu del franquismo revive y se asienta con desfachatez de nuevo en mi país. Aguanté (como tantos millones de españoles, por cierto) y soporté el maldito franquismo durante treinta años de mi vida y no estoy dispuesto a continuar aguantándolos. Son franquistas porque son repugnantemente hipócritas y abyectamente autoritarios como lo fueron los originales. Para estos del PP, la única libertad respetable es la suya, hacer lo que ellos dicen creer. Y hacen y harán cualquier cosa -creen en su inconmensurable estulticia- que les conduzca a gobernar de nuevo este país. No aman la libertad, no les importa un rábano la libertad, porque importarle a uno la libertad es ante todo pensar en la libertad de los otros. Ellos la utilizan, la prostituyen, la mancillan, la pisotean, la sodomizan, pero no la aman.
Amar la libertad no es pretender imponer a toda costa su rancia moral católica, no es defender ante todo la obtención de dividendos y beneficios por encima de todo (aunque sea cargándose las costas y lo que no son costas), no es hacer lo que les de la gana siempre al precio que sea y pagando quien sea, no es sacar réditos del dolor y del sufrimiento de los que han caído por el terror. Libertad para ellos es que les demos siempre la razón, que hagamos lo que ellos quieren, que pasemos por su aro. Pero libertad no es eso. Amar la libertad significa pensar en la libertad de los demás, incluso en la de los que te caen mal. Yo reivindico su libertad, la de los ‘peperos’, ¡faltaría más!, pero también la mía para decir cuanto los desprecio con toda mi alma, porque son franquistas, maquillados, camuflados, ocultos, pero franquistas al fin. Un franquista fundó su partido, Fraga Iribarne, y el estilo y hechos de ese partido son franquistas. Quien ha pasado un cuarto de siglo de su vida combatiendo ese cáncer perverso y despreciable que es el franquismo lo huele, lo identifica, lo reconoce, se oculte como se oculte. ¿Hasta cuando tendremos que aguantar esta maldita cruz?
En Italia y en Alemania, tras la guerra mundial, se pertrecharon para proteger al país, a la democracia naciente y a los ciudadanos contra cualquier rebrote de sus respectivos y nefastos totalitarismos. Para ello hicieron leyes de 'desnazificación' y para 'desfascistizar'pero aquí, setenta años después de la criminal y funesta rebelión militar, aún hay nombres de los criminales de guerra que provocaron la guerra civil en calles, plazas y avenidas de nuestros pueblos y ciudades. ¿Se imaginan que aún hubiera en Roma o Milán una avenida de Mussolini? ¿O en Berlín uan plaza de Hitler, un paseo de Göring o una calle de Himmler? ¡Por favor! Y de aquellos polvos de apocamiento y falta de coraje de la transición (o de visión de futuro) tenemos que chapotear hoy en estos lodos de neofranquismo emergente de hoy. ¿Hasta cuando?
Por eso la cuestión no es meter a todos ‘los partidos’ en el mismo saco. Cierto es que el sistema de partidos está en crisis, pero aquí tenemos una cuestión previa a resolver. Tenemos quie aislar por un lado a los cobardes que se protegen bajo el miserable paraguas de la amenaza de ETA (y conseguir que ETA deje de existir,claro). Y, por otro, hay que expulsar a los franquistas, neofranquistas o criptofranquistas de la vida política española. No hay equidistancia posible. ¿No se dan cuenta de que en casi todas las cuestiones esenciales en política hay dos grupos, uno el PP y otro el resto de partidos? ¿No ven que el PP casi siempre recurre a la mentira pura y dura, a la manipulación gruesa y grosera, a la pura contradicción contra lo que dijeron o hicieron cuando gobernaban?
Por eso no es posible ni éticamente aceptable la equidistancia (¡todos 'los políticos', o todos los partidos, son iguales!). La mayoría de los queridos periodistas deberían acabar de una vez con esa majadería de hablar de ‘los partidos’ sin concretar, sin dar nombres y sin documentarse o cogiendo el rábano por las hojas. No. Una función (hoy casi inexistente) del periodista es criticar a quienes tienen algún tipo de poder, denunciar cualquier mal funcionamiento del sistema democrático, pero con nombres y apellidos, con indicios y documentación. Sencilla, contundente y nítida crítica desde la sociedad civil, desde el ámbito de los ciudadanos. Y que cada palo aguante su vela. No soy del PSOE, ni siquiera les voto, no soy de ningún partido ni tengo ganas de serlo, pero lamentablemente he de continuar siendo antifranquista, que bien me gustaría que no fuera preciso, pero eso es lo que hay.
miércoles, 10 de enero de 2007
África
Parece que no hay noticias de África. Acostumbrados a informaciones tremebundas como el genocidio de Ruanda, la inacabable guerra en la región central de los grandes lagos (Congo ex belga y países de alrededor), la tragedia de los niños-soldado, años atrás la guerra de Biafra, antes vaya usted a saber qué, choca esta disiminución de noticias dramáticas, ¿no? Bueno sin noticias del todo, no. Pero parece que sólo ocurren cosas feas en Somalia, donde se enfrentan Etiopía y el gobierno laico provisional somalí contra las milicias de los Tribunales Islámicos, un temible intento islamista de convertir Somalia en el Afganistán de la época talibán. Ah, sí, y Sudán, cuya región de Darfur se ha convertido en el peor infierno de esta Tierra, salvo Irak tal vez, mientras que “la comunidad internacional" (estúpido eufemismo que pretende ocultar responsabilidades) mira hacia otro lado, y el gobierno sudanés musulmán permite o impulsa un genocidio lento, pero seguro, en esa zona. Y, claro, puestos a recordar cosas que pasan, continúan partiendo cayucos de las costas subsaharianas hacia Canarias, tantos que dicen que en 2006 arribaron a esas islas más de 30.000 inmigrantes ilegales, sin contar los 6.000 que no llegaron porque murieron en la travesía. Y no vienen por el efecto llamada, no, sino más bien por el efecto “hambre, violencia, vida-de-mierda”. Lamentablemente éste no es el África plácido y casi “glamuroso” de “las minas del rey Salomón” ni siquiera de “Mogambo” y menos aún de “Memorias de África”.
Tal vez por eso, el maestro John Le Carré continúa muy cabreado con la marcha de África en particular, además de la del mundo en general. Y denuncia a tirios y troyanos con una narrativa subversiva, como en su última novela, La canción de los misioneros, en la que arremete contra la hipocresía de las potencias occidentales en África, como ya hiciera en El jardinero fiel, donde puso a caer de un burro a las grandes corporaciones farmacéuticas transnacionales, que serían capaces de vender a su madre si así aumentaran sus beneficios. Leo la noticia de la nueva novela del maestro de relatos de espías, y recuerdo otra novela, “El caso Sankara”, de reciente lectura. En ella, el autor, un periodista canario comprometido con la suerte de África, utiliza la ficción (¿o no?) para decir cómo piensa que ocurrió el asesinato de Sankara en 1987, mítico líder revolucionario de Alto Volta, antigua colonia francesa en el África Occidental, denominada a partir de su paso por la jefatura de estado Burkina Faso,”tierra de los hombres dignos”. En medio de una narrativa ingenua, el autor aporta un montón de datos, informaciones y sospechas sobre la “acción civilizadora” de Francia en África y los agentes de inteligencia y políticos oscuros que intervinieron en la misma, especialmente bajo la presidencia de François Miterrand, de quien, por cierto, se van sabiendo oscuridades y agujeros negros de su mandato.
Pero los franceses no han sido los únicos que han metido mano de mala manera en África. Por si no lo saben, un informe de la ONU acusó un día no muy lejano a 29 empresas de haber saqueado la República Democrática de Congo y a otras 85 de haber violado las normas de comportamiento empresarial de ética mínima establecidas por la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo). Empresas cuyas matrices y sedes centrales, por cierto, están en países desarrollados. El informe se refería al Congo por ser la región africana que ha sufrido lo que la ex secretaria del Departamento de Estado, Madeleine Galbraith, llamó primera guerra mundial africana. Una feroz guerra en la que varios estados africanos (más organizaciones guerrilleras y paramilitares de oscura financiación) se enzarzaron unos contra otros durante años y años. Según la organización estadounidense de derechos humanos Human Rights Watch, la guerra fue por diamantes, oro, cobalto, cobre, estaño, manganeso, tántalo y columbita (mineral estratégico fundamental para móviles, informática y playstation). Una guerra por el control de la riqueza minera. Argumento que también compartía Dimensión Misionera, revista de los católicos Misioneros de la Consolata, que trabajan en África desde hace tiempo.
Y en África, los diamantes continúan siendo la maldición de Sierra Leona. Financiaron una guerra civil durante 11 años y hoy enriquecen a muy pocos mientras el país se hunde en obscena miseria. En Angola, los diamantes alimentaron otra guerra civil, pero ésta duró 27 años, en tanto destrozaba uno de los países más ricos de África. El país fue regado de minas antipersonas y hoy hay más de esos ingenios enterrados que habitantes. En la guerra civil angoleña, unos cuantos hicieron el gran negocio cambiando armas por piedras preciosas. Ah, y en África, continúa imparable el sida que no cesa, en tanto que las grandes compañías farmacéuticas internacionales se forran año tras año, pero se niegan a liberar patentes que podrían salvar miles y miles, millones de vidas, como ocurre en Europa y en EEUU con los combinados retrovirales. Por no hablar de la malaria, que también mata a millones. Por cierto, si la malaria afectará a los países ricos habría una vacuna eficaz desde hace décadas. Con la malaria ocurre como decían las feministas hace tiempo, que si los varones (seres humanos de sexo masculino) quedaran embarazados, el aborto sería un sacramento.
Por suerte se corre el Lisboa-Dakar para que no todas las noticias de África sean tan negras (¿lo pillan?) y, para mayor fortuna, parece que Carlos Sainz ha dejado atrás su gafe y lleva una buena posición en la carrera. El que no se consuela es porque no quiere.
Tal vez por eso, el maestro John Le Carré continúa muy cabreado con la marcha de África en particular, además de la del mundo en general. Y denuncia a tirios y troyanos con una narrativa subversiva, como en su última novela, La canción de los misioneros, en la que arremete contra la hipocresía de las potencias occidentales en África, como ya hiciera en El jardinero fiel, donde puso a caer de un burro a las grandes corporaciones farmacéuticas transnacionales, que serían capaces de vender a su madre si así aumentaran sus beneficios. Leo la noticia de la nueva novela del maestro de relatos de espías, y recuerdo otra novela, “El caso Sankara”, de reciente lectura. En ella, el autor, un periodista canario comprometido con la suerte de África, utiliza la ficción (¿o no?) para decir cómo piensa que ocurrió el asesinato de Sankara en 1987, mítico líder revolucionario de Alto Volta, antigua colonia francesa en el África Occidental, denominada a partir de su paso por la jefatura de estado Burkina Faso,”tierra de los hombres dignos”. En medio de una narrativa ingenua, el autor aporta un montón de datos, informaciones y sospechas sobre la “acción civilizadora” de Francia en África y los agentes de inteligencia y políticos oscuros que intervinieron en la misma, especialmente bajo la presidencia de François Miterrand, de quien, por cierto, se van sabiendo oscuridades y agujeros negros de su mandato.
Pero los franceses no han sido los únicos que han metido mano de mala manera en África. Por si no lo saben, un informe de la ONU acusó un día no muy lejano a 29 empresas de haber saqueado la República Democrática de Congo y a otras 85 de haber violado las normas de comportamiento empresarial de ética mínima establecidas por la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo). Empresas cuyas matrices y sedes centrales, por cierto, están en países desarrollados. El informe se refería al Congo por ser la región africana que ha sufrido lo que la ex secretaria del Departamento de Estado, Madeleine Galbraith, llamó primera guerra mundial africana. Una feroz guerra en la que varios estados africanos (más organizaciones guerrilleras y paramilitares de oscura financiación) se enzarzaron unos contra otros durante años y años. Según la organización estadounidense de derechos humanos Human Rights Watch, la guerra fue por diamantes, oro, cobalto, cobre, estaño, manganeso, tántalo y columbita (mineral estratégico fundamental para móviles, informática y playstation). Una guerra por el control de la riqueza minera. Argumento que también compartía Dimensión Misionera, revista de los católicos Misioneros de la Consolata, que trabajan en África desde hace tiempo.
Y en África, los diamantes continúan siendo la maldición de Sierra Leona. Financiaron una guerra civil durante 11 años y hoy enriquecen a muy pocos mientras el país se hunde en obscena miseria. En Angola, los diamantes alimentaron otra guerra civil, pero ésta duró 27 años, en tanto destrozaba uno de los países más ricos de África. El país fue regado de minas antipersonas y hoy hay más de esos ingenios enterrados que habitantes. En la guerra civil angoleña, unos cuantos hicieron el gran negocio cambiando armas por piedras preciosas. Ah, y en África, continúa imparable el sida que no cesa, en tanto que las grandes compañías farmacéuticas internacionales se forran año tras año, pero se niegan a liberar patentes que podrían salvar miles y miles, millones de vidas, como ocurre en Europa y en EEUU con los combinados retrovirales. Por no hablar de la malaria, que también mata a millones. Por cierto, si la malaria afectará a los países ricos habría una vacuna eficaz desde hace décadas. Con la malaria ocurre como decían las feministas hace tiempo, que si los varones (seres humanos de sexo masculino) quedaran embarazados, el aborto sería un sacramento.
Por suerte se corre el Lisboa-Dakar para que no todas las noticias de África sean tan negras (¿lo pillan?) y, para mayor fortuna, parece que Carlos Sainz ha dejado atrás su gafe y lleva una buena posición en la carrera. El que no se consuela es porque no quiere.
lunes, 8 de enero de 2007
Peligrosa deriva hacia el autoritarismo
Ustedes saben y yo también que no pasa día en el que no suceda algún hecho terrible con víctimas mortales, pero no atribuible al destino ni a la incontrolable Naturaleza sino a la maldad y la estupidez humanas. Les hablo de terrorismo. Pero sobre terrorismo hay que utilizar más que nunca la razón y no las emociones, sensaciones ni impresiones, porque, en ausencia de racionalidad, ocurre lo que está pasando. ¿Y qué ocurre? Pues que, paradójicamente, el terrorismo está siendo alimentado por quienes pretenden combatirlo, como el señor Bush y otros de su jaez, tal como señalan con claridad diversos informes de la ONU, dieciséis agencias de inteligencia estadounidenses, la CIA, el Senado de EEUU, etc. Sobre todo si tenemos en cuenta que el mayor foco de tensión y de motivación terrorista es actualmente la guerra de Irak, en la que la responsabilidad del Gobierno de los EEUU como actor principal es evidente. Y es obvio también que la guerra contra el terrorismo no ha servido tanto para vencer a los terroristas (en este momento parece que, con suerte, estamos en tablas) como para recortar hasta extremos muy preocupantes los derechos de los ciudadanos por parte de quienes dicen combatir el terrorismo, así como para incorporar modos y modales autoritarios de gobernar en países con constituciones democráticas. En Gran Bretaña, por ejemplo (con cierta tradición de recortar el disfrute de los derechos humanos en el escenario del prolongado conflicto de Irlanda del Norte), al señor Blair no le ha temblado ni un párpado para recortar un poco más los derechos de los ciudadanos del reino Unido con la lucha antiterrorista como telón de fondo. Recuerden que llegaron a disparar primero y preguntar después, como ocurrió con el joven brasileño abatido a tiros tras el atentado del Metro de Londres. Aunque hay más, no de tiros por suerte sino de recorte de derechos cívicos.
Una muestra clara a la par que insoportable de lo dicho sobre enviar al garete los derechos humanos es la ratificación del horror a que someten a los presos de Guantánamo. Algo tan escalofriante como fuente de atroz vergüenza ajena. Agentes del FBI han sido testigos de las torturas infligidas por miembros de la CIA a sospechosos de ser terroristas islámicos en Guantánamo y no cabe la menor duda sobre la veracidad de esos testimonios, aceptados en EEUU. Los del FBI presenciaron una humillación y degradación inflingidas hasta límites insospechados en un país democrático. Las torturas a un ser humano (e incluso a un animal, todo hay que decirlo) son fidedigna expresión de una de las mayores indignidades en que puede caer otro ser humano, el que tortura, así como quien ordena o consiente la tortura. Que en este caso, a su vez, es fruto de la guerra contra el terror que propone Bush. Una guerra planteada de modo tan insensato como ineficaz.
Bush y otros mandatarios, así como sus cómplices necesarios en la ejecución de sus barbaridades y majaderías altamente peligrosas, han olvidado (o tal vez nunca lo han sabido) lo que declaró Charles Swift, capitán de corbeta del cuerpo jurídico de la Marina de EEUU, que actuó como abogado defensor del chófer de Bin Laden, preso en Guantánamo: "Si nuestros adversarios nos obligan a no seguir las reglas, perdemos lo que somos. Somos los buenos; seguimos las normas. Los malos son aquellos contra los que peleamos. Y lo demostramos cada día que seguimos esas normas, hagan lo que ellos hagan. Eso es lo que nos diferencia, lo que nos hace grandes y lo que nos hace invencibles". Tal vez el lenguaje les pueda sonar ingenuo con eso de buenos y malos, pero el señor Swift tiene más razón que todos los santos juntos. Le cabe a este capitán jurídico de la Marina, además, haber conseguido que el Tribunal Supremo de EEUU obligue a Bush a tratar a los presos de Guantánamo como prisioneros de guerra, según la Convención de Ginebra. Swift dijo también ante el tribunal, “Bush ha asumido poderes como el rey Jorge III de Inglaterra, quien decía: 'yo, y no los tribunales de Inglaterra, decido qué es delito. A eso le llamamos tiranía".
Y hacia eso, hacia cierta clase de tiranía, nos encaminamos. Ante este panorama, lo primero que hay que hacer es reconocer que las cosas están así, que sufrimos una peligrosa deriva hacia el autoritarismo. Y después ¿qué? Después hemos de tomar conciencia de que somos ciudadanos, no súbditos ni siervos protegidos. Si así lo hacemos, si somos y actuamos como ciudadanos, el autoritarismo dejará de ser.
Una muestra clara a la par que insoportable de lo dicho sobre enviar al garete los derechos humanos es la ratificación del horror a que someten a los presos de Guantánamo. Algo tan escalofriante como fuente de atroz vergüenza ajena. Agentes del FBI han sido testigos de las torturas infligidas por miembros de la CIA a sospechosos de ser terroristas islámicos en Guantánamo y no cabe la menor duda sobre la veracidad de esos testimonios, aceptados en EEUU. Los del FBI presenciaron una humillación y degradación inflingidas hasta límites insospechados en un país democrático. Las torturas a un ser humano (e incluso a un animal, todo hay que decirlo) son fidedigna expresión de una de las mayores indignidades en que puede caer otro ser humano, el que tortura, así como quien ordena o consiente la tortura. Que en este caso, a su vez, es fruto de la guerra contra el terror que propone Bush. Una guerra planteada de modo tan insensato como ineficaz.
Bush y otros mandatarios, así como sus cómplices necesarios en la ejecución de sus barbaridades y majaderías altamente peligrosas, han olvidado (o tal vez nunca lo han sabido) lo que declaró Charles Swift, capitán de corbeta del cuerpo jurídico de la Marina de EEUU, que actuó como abogado defensor del chófer de Bin Laden, preso en Guantánamo: "Si nuestros adversarios nos obligan a no seguir las reglas, perdemos lo que somos. Somos los buenos; seguimos las normas. Los malos son aquellos contra los que peleamos. Y lo demostramos cada día que seguimos esas normas, hagan lo que ellos hagan. Eso es lo que nos diferencia, lo que nos hace grandes y lo que nos hace invencibles". Tal vez el lenguaje les pueda sonar ingenuo con eso de buenos y malos, pero el señor Swift tiene más razón que todos los santos juntos. Le cabe a este capitán jurídico de la Marina, además, haber conseguido que el Tribunal Supremo de EEUU obligue a Bush a tratar a los presos de Guantánamo como prisioneros de guerra, según la Convención de Ginebra. Swift dijo también ante el tribunal, “Bush ha asumido poderes como el rey Jorge III de Inglaterra, quien decía: 'yo, y no los tribunales de Inglaterra, decido qué es delito. A eso le llamamos tiranía".
Y hacia eso, hacia cierta clase de tiranía, nos encaminamos. Ante este panorama, lo primero que hay que hacer es reconocer que las cosas están así, que sufrimos una peligrosa deriva hacia el autoritarismo. Y después ¿qué? Después hemos de tomar conciencia de que somos ciudadanos, no súbditos ni siervos protegidos. Si así lo hacemos, si somos y actuamos como ciudadanos, el autoritarismo dejará de ser.
domingo, 7 de enero de 2007
Capacidad de corrupción
Ustedes pueden averiguar por la prensa, Internet o TV que en Tijuana, la República de México está en pie de guerra contra el crimen organizado. El Gobierno ha decidido atacar de frente a los delincuentes que funcionan a su aire como empresa de narcotráfico, asesinato, extorsión y otros delitos graves. Hay un dato sorprendente… y esclarecedor. Más de 3.000 soldados, así como policías de otros lugares que no son de la citada ciudad, ha enviado el gobierno federal a Tijuana y lo primero que han hecho ha sido desarmar por sorpresa a los 2.000 policías de la ciudad. El más lerdo deduce que la policía de esa ciudad mexicana está ampliamente corrompida, de ahí el desarme colectivo. ¿Y cómo es posible? Porque el crimen organizado en México y en otros lugares del mundo, gracias a una enorme estupidez colectiva tiene una capacidad de corrupción inimaginable, porque sus ilícitas ganancias son inmensas. No se impacienten que ya me explico, mejor, haré que les informen los dos mil jueces y magistrados europeos que unos años atrás elaboraron un informe sobre el crimen organizado. Ese informe denunciaba las complicidades y miradas hacia otro lado del sistema financiero legal mundial, pero a este escribidor de ese informe le interesa resaltar un dato. Decía el informe que “podemos decir, sin miedo a equivocarnos que la cifra de negocios a escala mundial del dinero proveniente de actividades ilícitas de las distintas organizaciones criminales, lo que podríamos denominar el Producto Criminal Bruto (PCB), no es inferior a 800.000 millones de dólares”. Pues bien, eso se escribió hace unos cuatro años y la cifra no sólo no se ha reducido sino que se ha incrementado. Fíjense bien: ¡800.000 millones de dólares! ¿Cómo es posible? Recurriré a la Historia reciente de la nación más poderosa del planeta para contárselo.
En los EEUU de América, la fuerza de las asociaciones de templanza (numerosas y poderosas en esa tierra), entidades puritanas que abogaban por la abstinencia total de alcohol, consiguió que el 18 de enero de 1920 se añadiera a la Constitución de esa nación la Enmienda número XVIII que prohibía la elaboración y venta de bebidas alcohólicas. En 1933 se añadía la Enmienda número XIX que derogaba la anterior, conocida como Ley Seca, con un balance que el propio Senado de los Estados Unidos, en el preámbulo de la nueva enmienda reparadora, indicaba que la dicha Ley Seca sólo había cosechado “abrumadora corrupción, injusticia, hipocresía, creación de grandes cantidades de nuevos delincuentes y la fundación del crimen organizado”. Curiosamente, mientras se tramitaba la Enmienda XIX, que derogaba la XVIII o Ley Seca, se reunieron los jefes de las principales organizaciones de delincuentes de todo el país, que además de acordar una política de coexistencia pacífica con un consejo supremo para dirimir diferencias, también eligieron traficar con heroína (recientemente prohibida en EEUU por nueva presión de los puritanos, aunque esta vez no por medio de una enmienda constitucional) puesto que ya no podían hacerlo con el alcohol. Como dijo el jefe de la mafia gangsteril de origen judío, A. Rothstein, la nueva prohibición iba a salvarlos de la ruina económica nefasta que les causaba la derogación de la prohibición del alcohol. Porque esas absurdas prohibiciones, a quienes benefician de verdad es a los criminales.
Pues bien, más o menos unos treinta años después, primero un presidente mentiroso (Nixon) y sobre todo otro ultra conservador (Reagan), convirtieron lo que era prohibición de sustancias llamadas drogas en una guerra, en una cruzada mundial. Y justo a partir de ahí, las drogas (sobre todo la cocaína) se convirtieron en un negocio rentabílisimo que procuraba a los ilegales que lo ejercían unos beneficios inconmensurables. De esa enormidad de beneficios nace la gran capacidad corruptora del crimen organizado. No hay que olvidar que la Economía Criminal Global (acertada terminología que designa al crimen organizado y creo hay que atribuir al sociólogo Manuel Castells), en realidad funciona con presupuestos como la economía legal y, al igual que las empresas legales dedican partidas a publicidad o relaciones públicas, los mafiosos calculan partidas presupuestarias de sobornos o chantajes como dinero a invertir necesariamente que redunda en el beneficio final.
La primera consecuencia de que la elaboración y venta de drogas (sobre todo la cocaína) produzca unos beneficios de vértigo es la capacidad de corrupción que tienen los delincuentes dedicados a tales negocios. El que fuera presidente del Consejo General de la Abogacía de España, Antonio Pedrol Rius, fallecido hacia finales de los ochenta, escribió algún tiempo antes de su muerte que “la guerra contra los narcotraficantes, tal y como se lleva por los caminos de la represión policial y judicial, se está perdiendo. Se lucha contra un monstruo económico que mueve al año cientos de millones de dólares y utiliza la corrupción. La única alternativa válida es darles la batalla en el campo económico. Vengo proponiendo reiteradamente que se declare la droga comercio del Estado. Se podrá comprar, pero se deberá adquirir al Estado. Si se vende a riguroso precio de coste, la competencia del narcotraficante, que vende a cien lo que le cuesta a uno, será ruinosa. El estado, evidentemente, no se dedicaría a adulterar la droga con lo que desaparecerían las muertes por este motivo. Si el Estado vendiera la droga al precio que la compra, la papelina tendría un precio irrisorio y se devolvería la tranquilidad a los ciudadanos”.
Quien esto escribía era un prestigioso jurista, políticamente conservador, pero lúcido sin lugar a dudas, aunque se quedó corto respecto a la cantidad que mueve le narcotráfico porque no eran cientos sino miles de millones de dólares. Porque el mundo no aprendió en los ochenta la lección que tan sabiamente recordaba Pedrol Rius, y que otros muchos habían reivindicado, actualmente un regimiento de soldados y policías foráneos han de desarmar a la policía de Tijuana, porque la capacidad corruptora del narcotráfico es inmensa, pero, como señalaba don Antonio, si la cocaína la controlara el Estado, los estados, se acabó el negocio. ¿Y los efectos dañinos de las drogas? ¿No le importan a usted?, tal vez vocifere algún puritano. Claro que me importan y mucho, pero no son inevitables. Información, educación y prevención constituyen el camino, pero ciertamente no la prohibición y penalización que, setenta años después, ha demostrado su palmaria ineficacia. Sólo les diré tres cosas más. La famosa Ley Seca, que según el Senado de los Estados Unidos sirvió entre otras cosas para la “creación de grandes cantidades de nuevos delincuentes y la fundación del crimen organizado” no logró que disminuyera ni siquiera de forma testimonial el consumo de bebidas alcohólicas. La segunda cosa que les quiero decir es que la reciente ley en España que limita o evita el consumo de tabaco en ciertos lugares en un año ha conseguido una reducción del seis o siete por ciento de fumadores, pero no se ha declarado el tabaco droga prohibida como algunos majaderos pretendían. La solución penal raramente es solución, aunque en ocasiones sea inevitable. Y la tercera es que, a pesar de los medios enormes que los estados ponen contra el narcotráfico, éste hoy goza de una salud envidiable, corrompiendo no sólo policías sino estados.
Y una nota al margen. A este escribidor no le gustan ni un tanto así las dichosas drogas; dejó de fumar hace muchos años, bebe vino con moderación en las comidas (o cava algunos domingos), jamás bebe si ha de conducir y, en cuanto a licores diversos, cuanto más liba un chupito de ron con un poco de zumo de limón después de comer algún fin de semana que otro. No le gustan nada las drogas ni las consume ni las ha consumido ni las piensa consumir. Pero es partidario de la despenalización de todas las drogas por las mismas razones que aducía Pedrol Rius y que adujo el Senado estadounidense en el preámbulo de la derogación de la Ley Seca
¿Saben quiénes reaccionaron con violencia cuando el gobierno de Andalucía propuso dispensar heroína gratuitamente y con control médico a adictos de muchos años? Los delincuentes que se dedicaban a la venta de heroína, porque cualquier tipo de despenalización, o si lo prefieren de legalización de drogas, es el fin de ese negocio de los delincuentes organizados, como sabiamente escribía Pedrol Rius. La despenalización de las llamadas drogas no la pidió sólo el señor Pedrol, también lo hizo “The Economist”, diario conservador donde los haya. O lo aconsejaron en 1988 cinco psicólogos y sociólogos, asesores del Plan Nacional contra las Drogas de España, en un informe. O la pidieron en carta colectiva a la ONU en mayo de 1998 nada menos que 630 filósofos, escritores, políticos y de otras profesiones de 26 países, entre los que destacan un centenar de jueces y juristas, 8 premios Nobel, financieros globales y catedráticos. ¿Por qué lo harían?
Pero mientras los gobiernos del mundo se convencen unos a otros de que la cruzada contra las drogas está venciendo, y los "zares" anti droga (altos funcionarios de todo el mundo dedicados a la lucha contra las drogas) disfrutan de elevadísimos presupuestos que les dan un poder que jamás imaginaron, los narcotraficantes se ríen del mundo, sacrifican a unos cuantos peones y algún que otro mando intermedio (que son los que van a parar a las cárceles) y ellos continúan tan ricamente con su fabuloso negocio de elaboración, distribución y venta de sustancias declaradas ilegales que tan cuantiosos beneficios les produce y les permite corromper al sursum corda, codearse con lo más granado de las clases altas del mundo e incluso formar parte de las mismas. Amén.
En los EEUU de América, la fuerza de las asociaciones de templanza (numerosas y poderosas en esa tierra), entidades puritanas que abogaban por la abstinencia total de alcohol, consiguió que el 18 de enero de 1920 se añadiera a la Constitución de esa nación la Enmienda número XVIII que prohibía la elaboración y venta de bebidas alcohólicas. En 1933 se añadía la Enmienda número XIX que derogaba la anterior, conocida como Ley Seca, con un balance que el propio Senado de los Estados Unidos, en el preámbulo de la nueva enmienda reparadora, indicaba que la dicha Ley Seca sólo había cosechado “abrumadora corrupción, injusticia, hipocresía, creación de grandes cantidades de nuevos delincuentes y la fundación del crimen organizado”. Curiosamente, mientras se tramitaba la Enmienda XIX, que derogaba la XVIII o Ley Seca, se reunieron los jefes de las principales organizaciones de delincuentes de todo el país, que además de acordar una política de coexistencia pacífica con un consejo supremo para dirimir diferencias, también eligieron traficar con heroína (recientemente prohibida en EEUU por nueva presión de los puritanos, aunque esta vez no por medio de una enmienda constitucional) puesto que ya no podían hacerlo con el alcohol. Como dijo el jefe de la mafia gangsteril de origen judío, A. Rothstein, la nueva prohibición iba a salvarlos de la ruina económica nefasta que les causaba la derogación de la prohibición del alcohol. Porque esas absurdas prohibiciones, a quienes benefician de verdad es a los criminales.
Pues bien, más o menos unos treinta años después, primero un presidente mentiroso (Nixon) y sobre todo otro ultra conservador (Reagan), convirtieron lo que era prohibición de sustancias llamadas drogas en una guerra, en una cruzada mundial. Y justo a partir de ahí, las drogas (sobre todo la cocaína) se convirtieron en un negocio rentabílisimo que procuraba a los ilegales que lo ejercían unos beneficios inconmensurables. De esa enormidad de beneficios nace la gran capacidad corruptora del crimen organizado. No hay que olvidar que la Economía Criminal Global (acertada terminología que designa al crimen organizado y creo hay que atribuir al sociólogo Manuel Castells), en realidad funciona con presupuestos como la economía legal y, al igual que las empresas legales dedican partidas a publicidad o relaciones públicas, los mafiosos calculan partidas presupuestarias de sobornos o chantajes como dinero a invertir necesariamente que redunda en el beneficio final.
La primera consecuencia de que la elaboración y venta de drogas (sobre todo la cocaína) produzca unos beneficios de vértigo es la capacidad de corrupción que tienen los delincuentes dedicados a tales negocios. El que fuera presidente del Consejo General de la Abogacía de España, Antonio Pedrol Rius, fallecido hacia finales de los ochenta, escribió algún tiempo antes de su muerte que “la guerra contra los narcotraficantes, tal y como se lleva por los caminos de la represión policial y judicial, se está perdiendo. Se lucha contra un monstruo económico que mueve al año cientos de millones de dólares y utiliza la corrupción. La única alternativa válida es darles la batalla en el campo económico. Vengo proponiendo reiteradamente que se declare la droga comercio del Estado. Se podrá comprar, pero se deberá adquirir al Estado. Si se vende a riguroso precio de coste, la competencia del narcotraficante, que vende a cien lo que le cuesta a uno, será ruinosa. El estado, evidentemente, no se dedicaría a adulterar la droga con lo que desaparecerían las muertes por este motivo. Si el Estado vendiera la droga al precio que la compra, la papelina tendría un precio irrisorio y se devolvería la tranquilidad a los ciudadanos”.
Quien esto escribía era un prestigioso jurista, políticamente conservador, pero lúcido sin lugar a dudas, aunque se quedó corto respecto a la cantidad que mueve le narcotráfico porque no eran cientos sino miles de millones de dólares. Porque el mundo no aprendió en los ochenta la lección que tan sabiamente recordaba Pedrol Rius, y que otros muchos habían reivindicado, actualmente un regimiento de soldados y policías foráneos han de desarmar a la policía de Tijuana, porque la capacidad corruptora del narcotráfico es inmensa, pero, como señalaba don Antonio, si la cocaína la controlara el Estado, los estados, se acabó el negocio. ¿Y los efectos dañinos de las drogas? ¿No le importan a usted?, tal vez vocifere algún puritano. Claro que me importan y mucho, pero no son inevitables. Información, educación y prevención constituyen el camino, pero ciertamente no la prohibición y penalización que, setenta años después, ha demostrado su palmaria ineficacia. Sólo les diré tres cosas más. La famosa Ley Seca, que según el Senado de los Estados Unidos sirvió entre otras cosas para la “creación de grandes cantidades de nuevos delincuentes y la fundación del crimen organizado” no logró que disminuyera ni siquiera de forma testimonial el consumo de bebidas alcohólicas. La segunda cosa que les quiero decir es que la reciente ley en España que limita o evita el consumo de tabaco en ciertos lugares en un año ha conseguido una reducción del seis o siete por ciento de fumadores, pero no se ha declarado el tabaco droga prohibida como algunos majaderos pretendían. La solución penal raramente es solución, aunque en ocasiones sea inevitable. Y la tercera es que, a pesar de los medios enormes que los estados ponen contra el narcotráfico, éste hoy goza de una salud envidiable, corrompiendo no sólo policías sino estados.
Y una nota al margen. A este escribidor no le gustan ni un tanto así las dichosas drogas; dejó de fumar hace muchos años, bebe vino con moderación en las comidas (o cava algunos domingos), jamás bebe si ha de conducir y, en cuanto a licores diversos, cuanto más liba un chupito de ron con un poco de zumo de limón después de comer algún fin de semana que otro. No le gustan nada las drogas ni las consume ni las ha consumido ni las piensa consumir. Pero es partidario de la despenalización de todas las drogas por las mismas razones que aducía Pedrol Rius y que adujo el Senado estadounidense en el preámbulo de la derogación de la Ley Seca
¿Saben quiénes reaccionaron con violencia cuando el gobierno de Andalucía propuso dispensar heroína gratuitamente y con control médico a adictos de muchos años? Los delincuentes que se dedicaban a la venta de heroína, porque cualquier tipo de despenalización, o si lo prefieren de legalización de drogas, es el fin de ese negocio de los delincuentes organizados, como sabiamente escribía Pedrol Rius. La despenalización de las llamadas drogas no la pidió sólo el señor Pedrol, también lo hizo “The Economist”, diario conservador donde los haya. O lo aconsejaron en 1988 cinco psicólogos y sociólogos, asesores del Plan Nacional contra las Drogas de España, en un informe. O la pidieron en carta colectiva a la ONU en mayo de 1998 nada menos que 630 filósofos, escritores, políticos y de otras profesiones de 26 países, entre los que destacan un centenar de jueces y juristas, 8 premios Nobel, financieros globales y catedráticos. ¿Por qué lo harían?
Pero mientras los gobiernos del mundo se convencen unos a otros de que la cruzada contra las drogas está venciendo, y los "zares" anti droga (altos funcionarios de todo el mundo dedicados a la lucha contra las drogas) disfrutan de elevadísimos presupuestos que les dan un poder que jamás imaginaron, los narcotraficantes se ríen del mundo, sacrifican a unos cuantos peones y algún que otro mando intermedio (que son los que van a parar a las cárceles) y ellos continúan tan ricamente con su fabuloso negocio de elaboración, distribución y venta de sustancias declaradas ilegales que tan cuantiosos beneficios les produce y les permite corromper al sursum corda, codearse con lo más granado de las clases altas del mundo e incluso formar parte de las mismas. Amén.
jueves, 4 de enero de 2007
Hacernos oír
Ahora, tras las cansinas fiestas navideñas, oiremos hablar mucho de una ley que se ha dado en llamar "de la memoria histórica". En teoría, tal ley reivindica los derechos de las víctimas de la feroz represión franquista durante la guerra civil y en la larga y terrible posguerra, y pretende poner las cosas en su sitio. Pero desde foros y entidades que no son ni tienen que ver con el partido del gobierno (y menos aún con el primer partido de la oposición al que le parece demasiado atrevida la propuesta de ley gubernamental) se denuncia que ese proyecto de ley impide la posibilidad de revisar los ilegítimos consejos de guerra sumarísimos que condenaron a tantos republicanos por el hecho de serlo, kafkiana y perversamente condenados por 'adhesión a la rebelión', que no fue otra cosa que defensa de la República legítima. La revisión y posterior anulación de juicios políticos franquistas busca reivindicar la dignidad y la inocencia de los que pasaron por el suplicio de esas farsas de venganza y terror calculado disfrazadas de juicio.
Vaya por delante que, en este recordar las atrocidades franquistas, este escribidor no niega las inaceptables violencias cometidas en territorio republicano y añade que nada justifica esas atrocidades cometidas en la República (no siempre por grupos incontrolados) y afirma con convicción que nada justificaba matar a inocentes, crímenes absolutamente condenables. Nada. Pero el reconocimiento de esos crímenes cometidos en la República no debe confundirse con la igualación de culpas de unos y otros. Unos reaccionaron desproporcionada e injustamente y de modo feroz ante una ilegítima y criminal rebelión. Otros, los rebeldes facciosos que desencadenaron la guerra civil, practicaron la venganza sistemática y la táctica de destrucción y “tierra quemada!” en las zonas que las tropas franquistas conquistaban. Hicieron buena la máxima de películas del Oeste Salvaje de años después según la cual el mejor indio era el indio muerto, pero Franco y sus cómplices sicarios sustituyeron indio por republicano.
El proyecto de ley mentado evita (¿prohibe?) que el Estado se haga cargo de hacer pública le verdad sobre las gravísimas violaciones de derechos humanos de los republicanos perseguidos, represaliados y fusilados, así como la identidad de los responsables concretos de la represión y las atrocidades. Tal escamoteo de la verdad dice apoyarse, en el preámbulo del proyecto legal, en "el espíritu de la Transición” que según sus redactores “da sentido al modelo constitucional de convivencia más fecundo que los españoles hayamos disfrutado nunca”. ¡Bendita transición que nos hace comulgar con ruedas de molino una y otra vez! Déjenme ahora que dé voz a una organización que desde hace décadas defiende los derechos humanos de unos y otros a capa y espada, de tal modo que recibe críticas y palos de derecha e izquierda, señal inequívoca de que pone el dedo en la llaga: Amnistía Internacional.
Ante la idílica y seráfica referencia citada sobre la transición, Amnistía Internacional (que ha analizado a fondo el citado proyecto de ley) recuerda al Gobierno y al Parlamento españoles que un Estado no puede pasarse por el arco de triunfo los convenios y leyes internacionales sobre derechos humanos que ha firmado y ratificado. Como tampoco puede saldar los delitos muy graves (como los perpetrados durante la conquista franquista de los territorios de la República y en la posguerra) en aras del olvido y menos aún del perdón, ni mantener oculta la identidad de los responsables de los crímenes franquistas, gravísimas violaciones de los derechos humanos de las víctimas. En plata, Amnistía recuerda que un Estado, que presume de estar integrado en las instituciones internacionales, no puede hacer de su capa un sayo y hacer lo que le de la gana en el territorio nacional en cuestión de derechos humanos, porque los tratados internacionales obligan.
Para rematar la faena, les reproduzco unas líneas escritas por el magistrado emérito del Tribunal Supremo don José Antonio Martín Pallín (que sabrá de leyes, digo yo): “En esta España marcada por cuarenta años de franquismo, sólo cabe descubrir a los muertos y enterrarlos de nuevo. Recuperar la dignidad que les llevó a oponerse a la barbarie de un golpe militar no merece el esfuerzo de aplicar las normas del derecho internacional sobre derechos humanos. Los redactores del texto del proyecto de la ley, conocida simplificadamente como “de la memoria histórica”, no han leído, con rigor jurídico, ni las leyes alemanas de desnazificación, ni la doctrina del Tribunal Supremo estadounidense cuando ha llegado a sus manos el primer caso de los zombies vestidos de naranja que deambulan por Guantánamo. Negarse a la anulación de los Consejos de Guerra sumarísimos, con el pretexto leguleyo de que afectaría a la seguridad jurídica o manipularía la doctrina del Tribunal Constitucional sobre la retroactividad de los derechos fundamentales, llena de perplejidad a muchos juristas. La vergonzante propuesta de ley cuya tramitación se inicia, llega hasta el extremo insólito de vedar la publicación de los nombres de las personas que han intervenido en la comisión de hechos que el Consejo de Europa y el Parlamento Europeo han condenado como crímenes contra la humanidad”.
Y para que no quepa duda sobre la legitimidad y legalidad internacional a la que se refiere el magistrado -y, modestamente, este escribidor- les recuerdo que la Resolución 39 (I) de Naciones Unidas, adoptada por unanimidad de la Asamblea General el 9 de febrero de 1946, acordó que el régimen de Franco fue impuesto por la fuerza al pueblo español y no lo representaba. Y, de acuerdo con los Principios de la propia ONU, el franquismo cometió crímenes contra la paz, crímenes de guerra y crímenes contra la humanidad. Hoy, de acuerdo con la Resolución 1996/119 de 2 de octubre de 1997, en España siguen sin cumplirse el derecho a saber, el derecho a la justicia y el derecho a obtener reparación de las víctimas y familiares de la represión franquista.
¿Por qué será que los socialistas siempre decepcionan? ¿Son cortos de miras? ¿Se asustan de sus propósitos iniciales? ¿El ejercicio del poder les provoca astigmatismo y miopía agudos que les impiden ver la realidad? Este escribidor salió a celebrar la rotunda victoria electoral del PSOE dirigido por Felipe González el 28 de octubre de 1982, creído de que se iniciaba una época de democratización profunda y de justicia social. Y sí, algo se hizo durante algunos años, pero, amigo, bastó que Felipe estuviera a punto de perder el referéndum que debía decidir si España ingresaba o no en la OTAN (por una intensa y entusiasta campaña unitaria ciudadana que propugnó el 'no') para que se iniciará desde el gobierno 'felipista' un retroceso patente y palmario. No digo que Rodríguez Zapatero sea como Felipe González, pero empieza a haber síntomas preocupantes de una recaída astigmática y miope. Lo malo es que la alternativa es mucho peor: recuerden los años de gobierno de Aznar, sobre todo los cuatro últimos, cuando tuvo mayoría absoluta. ¡Horroroso!
¿Qué podemos hacer los ciudadanos, auténticos depositarios del poder político? Tal vez echarle agallas, buscar nuevas formas de organización ciudadana y hacernos oír. Estaría bien.
Vaya por delante que, en este recordar las atrocidades franquistas, este escribidor no niega las inaceptables violencias cometidas en territorio republicano y añade que nada justifica esas atrocidades cometidas en la República (no siempre por grupos incontrolados) y afirma con convicción que nada justificaba matar a inocentes, crímenes absolutamente condenables. Nada. Pero el reconocimiento de esos crímenes cometidos en la República no debe confundirse con la igualación de culpas de unos y otros. Unos reaccionaron desproporcionada e injustamente y de modo feroz ante una ilegítima y criminal rebelión. Otros, los rebeldes facciosos que desencadenaron la guerra civil, practicaron la venganza sistemática y la táctica de destrucción y “tierra quemada!” en las zonas que las tropas franquistas conquistaban. Hicieron buena la máxima de películas del Oeste Salvaje de años después según la cual el mejor indio era el indio muerto, pero Franco y sus cómplices sicarios sustituyeron indio por republicano.
El proyecto de ley mentado evita (¿prohibe?) que el Estado se haga cargo de hacer pública le verdad sobre las gravísimas violaciones de derechos humanos de los republicanos perseguidos, represaliados y fusilados, así como la identidad de los responsables concretos de la represión y las atrocidades. Tal escamoteo de la verdad dice apoyarse, en el preámbulo del proyecto legal, en "el espíritu de la Transición” que según sus redactores “da sentido al modelo constitucional de convivencia más fecundo que los españoles hayamos disfrutado nunca”. ¡Bendita transición que nos hace comulgar con ruedas de molino una y otra vez! Déjenme ahora que dé voz a una organización que desde hace décadas defiende los derechos humanos de unos y otros a capa y espada, de tal modo que recibe críticas y palos de derecha e izquierda, señal inequívoca de que pone el dedo en la llaga: Amnistía Internacional.
Ante la idílica y seráfica referencia citada sobre la transición, Amnistía Internacional (que ha analizado a fondo el citado proyecto de ley) recuerda al Gobierno y al Parlamento españoles que un Estado no puede pasarse por el arco de triunfo los convenios y leyes internacionales sobre derechos humanos que ha firmado y ratificado. Como tampoco puede saldar los delitos muy graves (como los perpetrados durante la conquista franquista de los territorios de la República y en la posguerra) en aras del olvido y menos aún del perdón, ni mantener oculta la identidad de los responsables de los crímenes franquistas, gravísimas violaciones de los derechos humanos de las víctimas. En plata, Amnistía recuerda que un Estado, que presume de estar integrado en las instituciones internacionales, no puede hacer de su capa un sayo y hacer lo que le de la gana en el territorio nacional en cuestión de derechos humanos, porque los tratados internacionales obligan.
Para rematar la faena, les reproduzco unas líneas escritas por el magistrado emérito del Tribunal Supremo don José Antonio Martín Pallín (que sabrá de leyes, digo yo): “En esta España marcada por cuarenta años de franquismo, sólo cabe descubrir a los muertos y enterrarlos de nuevo. Recuperar la dignidad que les llevó a oponerse a la barbarie de un golpe militar no merece el esfuerzo de aplicar las normas del derecho internacional sobre derechos humanos. Los redactores del texto del proyecto de la ley, conocida simplificadamente como “de la memoria histórica”, no han leído, con rigor jurídico, ni las leyes alemanas de desnazificación, ni la doctrina del Tribunal Supremo estadounidense cuando ha llegado a sus manos el primer caso de los zombies vestidos de naranja que deambulan por Guantánamo. Negarse a la anulación de los Consejos de Guerra sumarísimos, con el pretexto leguleyo de que afectaría a la seguridad jurídica o manipularía la doctrina del Tribunal Constitucional sobre la retroactividad de los derechos fundamentales, llena de perplejidad a muchos juristas. La vergonzante propuesta de ley cuya tramitación se inicia, llega hasta el extremo insólito de vedar la publicación de los nombres de las personas que han intervenido en la comisión de hechos que el Consejo de Europa y el Parlamento Europeo han condenado como crímenes contra la humanidad”.
Y para que no quepa duda sobre la legitimidad y legalidad internacional a la que se refiere el magistrado -y, modestamente, este escribidor- les recuerdo que la Resolución 39 (I) de Naciones Unidas, adoptada por unanimidad de la Asamblea General el 9 de febrero de 1946, acordó que el régimen de Franco fue impuesto por la fuerza al pueblo español y no lo representaba. Y, de acuerdo con los Principios de la propia ONU, el franquismo cometió crímenes contra la paz, crímenes de guerra y crímenes contra la humanidad. Hoy, de acuerdo con la Resolución 1996/119 de 2 de octubre de 1997, en España siguen sin cumplirse el derecho a saber, el derecho a la justicia y el derecho a obtener reparación de las víctimas y familiares de la represión franquista.
¿Por qué será que los socialistas siempre decepcionan? ¿Son cortos de miras? ¿Se asustan de sus propósitos iniciales? ¿El ejercicio del poder les provoca astigmatismo y miopía agudos que les impiden ver la realidad? Este escribidor salió a celebrar la rotunda victoria electoral del PSOE dirigido por Felipe González el 28 de octubre de 1982, creído de que se iniciaba una época de democratización profunda y de justicia social. Y sí, algo se hizo durante algunos años, pero, amigo, bastó que Felipe estuviera a punto de perder el referéndum que debía decidir si España ingresaba o no en la OTAN (por una intensa y entusiasta campaña unitaria ciudadana que propugnó el 'no') para que se iniciará desde el gobierno 'felipista' un retroceso patente y palmario. No digo que Rodríguez Zapatero sea como Felipe González, pero empieza a haber síntomas preocupantes de una recaída astigmática y miope. Lo malo es que la alternativa es mucho peor: recuerden los años de gobierno de Aznar, sobre todo los cuatro últimos, cuando tuvo mayoría absoluta. ¡Horroroso!
¿Qué podemos hacer los ciudadanos, auténticos depositarios del poder político? Tal vez echarle agallas, buscar nuevas formas de organización ciudadana y hacernos oír. Estaría bien.
martes, 2 de enero de 2007
Fuego cruzado
Es una mujer y forma parte de una concentración de la Asociación de Víctimas del Terrorismo (AVT) para exigir que se rompa cualquier negociación con ETA por siempre jamás amén. Debe tener entre 40 y 45 años, melena castaño oscuro hasta los hombros y la boca abierta de grito; viste una americana de gales o tejido parecido y lleva un bolso de cuero marrón claro en bandolera, pero destaca el brazo derecho estirado y la mano abierta: el saludo fascista. No dudo de que haya muchos socios de la AVT de autentica buena fe, pero no tengo la menor duda de la calaña falaz, manipuladora y miserable de sus dirigentes, por lo menos de los que se pirran por los micrófonos y las cámaras de TV, de los que ansían constantemente los quince minutos de gloria que vaticinó Andy Warhol para todos los seres humanos por lo menos una vez en la vida; quienes hacen el trabajo oral sucio al que no se atreven los más neofranquistas dirigentes del PP. En esa concentración de AVT, presidida por el inefable Francisco José Alcaraz, al tiempo que se exigía que “se aclare la verdad del 11-M” (¿de qué coño de verdad hablan?), han gritado con ira “Zapatero dimisión”, “Aznar vuelve”, “España merece otro presidente”, “Rovira cabrón, España es mi nación” (en referencia a Carod-Rovira) y “España, aguanta, tu pueblo se levanta”. Todo una fraseología de recios aires patrioteros franquistas y ridículos.
En lo que al terrorismo se refiere en este país, los ciudadanos de buena voluntad estamos entre dos fuegos cruzados. Por un lado los fascistoides irredentos de la AVT y similares, los mismos que gritaban meses atrás a Pilar Manjón (presidenta de la asociación de víctimas del atentado del 11 M en Madrid, que perdió a su hijo en esa feroz masacre): “¡Métete a tus muertos por el culo!”, en irracional ataque de rabia por haber perdido las elecciones quienes todos sabemos un día de marzo. Son quienes con una ignorancia aplastante y una mala fe no menos voluminosa exigen conocer no se sabe qué verdad sobre el 11M, sin querer reconocer que la detallada y amplia instrucción sobre ese brutal y repugnante atentado la desarrolló personal del poder judicial. ¿Acaso los jueces y sus funcionarios han falseado la verdad? Son quiénes atentando contra toda lógica y contra todo deseo real de paz han agarrado el terrorismo (especialmente el de los descerebrados de ETA) como ariete que les permita regresar a la situación anterior al 14 de marzo de 2004. Son quienes prefieren la tranquilidad a la paz, sabedores de que tranquilidad viene de tranca, como demostró durante cuatro décadas cierto general bajito de voz atiplada.
Vaya por delante, para que nadie se llame a engaño, que este escribidor no ha votado nunca al PSOE ni es probable que lo haga, tampoco se beneficia de cargo, contrata, prebenda, canonjía o similar que provenga de administración pública alguna gobernada por el POSE ni tampoco por ningún otro partido ni desea hacerlo. Esclarecido tal extremo, veamos la otra parte del fuego cruzado que sufrimos. El “entorno” de ETA (eufemismo que designa a quienes han vivido durante años –y aún viven- bajo la protección de la violencia de ETA) también se luce en cuanto abre la boquita. En este caso, como ha escrito un psicoanalista vasco afincado en Madrid, antifranquista militante durante la dictadura, “la violencia ilegítima de ETA –y su “entorno” añado yo- no es sino expresión de una pulsión de muerte endogámica, porque quienes la practican viven en un mundo mítico aparte, coreando las consignas de la tribu, no mezclándose con los otros para evitar la alteración que produce la relación con los que son diferentes”. Que es un sabio modo de decir de qué pelaje son los de ETA y también quienes se colocan bajo el paraguas de ETA como el muchacho debilucho del espot televisivo que busca la protección de su primo de Zumosol.
Tienen en común esos dos fuegos que se cruzan la irracionalidad más completa. Los del brazo en alto, los de la AVT y acólitos parecidos, ciertos voceros mediáticos, radiofónicos y otros (a modo de leninistas grupos de asalto a favor del regreso del PP al precio que sea) se concentran en la mentira como una de las bellas artes, la falacia grosera y el insulto barriobajero. Los del “entorno” del Movimiento de Liberación Vasco (Aznar dixit y que conste que eso está grabado en vídeo) tampoco aman la verdad y se caracterizan por una pusilanimidad, una flojera moral y una falta de arrestos que hacen que no se atrevan a designar las cosas por su nombre. Y así, resulta que “el proceso de solución al conflicto no está roto", según Arnaldo Otegi poco después de conocerse que había estallado un automóvil bomba en la T4 y que Rodríguez Zapatero ha dado orden de cortar todo diálogo con ETA. Y sigue el tal Otegi que ese proceso "es la única alternativa eficaz para que el escenario cambie definitivamente en este país". Como en el chiste del tonto del pueblo, que ante un galimatías teológico en el sermón del cura responde como si de una divinanza se tratara, ¡la gallina!, en el caso del portavoz batasuno hay que concluir que es difícil ser más retorcido y más semánticamente cobarde. Recuerdo un compañero medio loco en sus proyectos y empresas que se proponía, pero lúcido en su mirada sobre las cosas que solía decir, rechazando precisamente actitudes como la de Otegi: “Hambre es hambre y guerra es guerra, no me jodáis”.
Con lo fácil que sería para los del “entorno” reconocer que lo que desean con toda su alma es la independencia del País Vasco o Euskal Herria, como a ellos les gusta, y dejarse de templar gaitas. Con lo fácil que sería reconocer en voz alta –si tuvieran arrestos para ello que no parecen tenerlos- que les faltan agallas para condenar las rechazables muertes que causa ETA y que no hay violencia que dañe a seres humanos (más aún si se pone en peligro la vida) que se justifique por ideal político alguno.
Esto va para largo, precisamente porque estamos en un fuego cruzado de irracionales a los que les importa un carajo la verdad y que sólo van a lo suyo, pero con muy malas artes.
En lo que al terrorismo se refiere en este país, los ciudadanos de buena voluntad estamos entre dos fuegos cruzados. Por un lado los fascistoides irredentos de la AVT y similares, los mismos que gritaban meses atrás a Pilar Manjón (presidenta de la asociación de víctimas del atentado del 11 M en Madrid, que perdió a su hijo en esa feroz masacre): “¡Métete a tus muertos por el culo!”, en irracional ataque de rabia por haber perdido las elecciones quienes todos sabemos un día de marzo. Son quienes con una ignorancia aplastante y una mala fe no menos voluminosa exigen conocer no se sabe qué verdad sobre el 11M, sin querer reconocer que la detallada y amplia instrucción sobre ese brutal y repugnante atentado la desarrolló personal del poder judicial. ¿Acaso los jueces y sus funcionarios han falseado la verdad? Son quiénes atentando contra toda lógica y contra todo deseo real de paz han agarrado el terrorismo (especialmente el de los descerebrados de ETA) como ariete que les permita regresar a la situación anterior al 14 de marzo de 2004. Son quienes prefieren la tranquilidad a la paz, sabedores de que tranquilidad viene de tranca, como demostró durante cuatro décadas cierto general bajito de voz atiplada.
Vaya por delante, para que nadie se llame a engaño, que este escribidor no ha votado nunca al PSOE ni es probable que lo haga, tampoco se beneficia de cargo, contrata, prebenda, canonjía o similar que provenga de administración pública alguna gobernada por el POSE ni tampoco por ningún otro partido ni desea hacerlo. Esclarecido tal extremo, veamos la otra parte del fuego cruzado que sufrimos. El “entorno” de ETA (eufemismo que designa a quienes han vivido durante años –y aún viven- bajo la protección de la violencia de ETA) también se luce en cuanto abre la boquita. En este caso, como ha escrito un psicoanalista vasco afincado en Madrid, antifranquista militante durante la dictadura, “la violencia ilegítima de ETA –y su “entorno” añado yo- no es sino expresión de una pulsión de muerte endogámica, porque quienes la practican viven en un mundo mítico aparte, coreando las consignas de la tribu, no mezclándose con los otros para evitar la alteración que produce la relación con los que son diferentes”. Que es un sabio modo de decir de qué pelaje son los de ETA y también quienes se colocan bajo el paraguas de ETA como el muchacho debilucho del espot televisivo que busca la protección de su primo de Zumosol.
Tienen en común esos dos fuegos que se cruzan la irracionalidad más completa. Los del brazo en alto, los de la AVT y acólitos parecidos, ciertos voceros mediáticos, radiofónicos y otros (a modo de leninistas grupos de asalto a favor del regreso del PP al precio que sea) se concentran en la mentira como una de las bellas artes, la falacia grosera y el insulto barriobajero. Los del “entorno” del Movimiento de Liberación Vasco (Aznar dixit y que conste que eso está grabado en vídeo) tampoco aman la verdad y se caracterizan por una pusilanimidad, una flojera moral y una falta de arrestos que hacen que no se atrevan a designar las cosas por su nombre. Y así, resulta que “el proceso de solución al conflicto no está roto", según Arnaldo Otegi poco después de conocerse que había estallado un automóvil bomba en la T4 y que Rodríguez Zapatero ha dado orden de cortar todo diálogo con ETA. Y sigue el tal Otegi que ese proceso "es la única alternativa eficaz para que el escenario cambie definitivamente en este país". Como en el chiste del tonto del pueblo, que ante un galimatías teológico en el sermón del cura responde como si de una divinanza se tratara, ¡la gallina!, en el caso del portavoz batasuno hay que concluir que es difícil ser más retorcido y más semánticamente cobarde. Recuerdo un compañero medio loco en sus proyectos y empresas que se proponía, pero lúcido en su mirada sobre las cosas que solía decir, rechazando precisamente actitudes como la de Otegi: “Hambre es hambre y guerra es guerra, no me jodáis”.
Con lo fácil que sería para los del “entorno” reconocer que lo que desean con toda su alma es la independencia del País Vasco o Euskal Herria, como a ellos les gusta, y dejarse de templar gaitas. Con lo fácil que sería reconocer en voz alta –si tuvieran arrestos para ello que no parecen tenerlos- que les faltan agallas para condenar las rechazables muertes que causa ETA y que no hay violencia que dañe a seres humanos (más aún si se pone en peligro la vida) que se justifique por ideal político alguno.
Esto va para largo, precisamente porque estamos en un fuego cruzado de irracionales a los que les importa un carajo la verdad y que sólo van a lo suyo, pero con muy malas artes.
lunes, 1 de enero de 2007
Ir por el sí
Como todas las mañanas, navego por algunos medios informativos digitales. Mi francés algo enmohecido me permite consultar “Le Monde” y enterarme de que el presidente francés, monsieur Jacques Chirac, ha pedido a su Gobierno que en las próximas semanas actúe para que el derecho a la vivienda sea real. Ordena Chirac que el ejecutivo "instaure un verdadero derecho a una vivienda tangible". Y el redactor de la noticia añade que “en Francia, el derecho a la vivienda es teórico” (¿no me digas?) y que, realizada la petición presidencial, “una persona que no pueda conseguir una vivienda podrá recurrir ante de los tribunales”.
Lo he leído dos veces. Anoche bebí unas copas de cava, pero sin excederme (uno ya tiene una edad) para impetrar que el 2007 sea algo mejor que el 2006 (lo que no ha de ser muy difícil), ergo no podía ser una alucinación etílica tardía. Pero lo más paradójico es que el señor Chirac (cuya trayectoria política alberga alguna zona oscura que otra) no es precisamente un revolucionario, ni siquiera de la denominada izquierda moderada, sino un conservador francés.
Tal vez la paradoja francesa sea algo más que el hecho de que en un país donde se consume mucha grasa haya un bajo índice de patologías y accidentes cardiovasculares gracias a la ingesta de buen vino tinto, como explicaba un sorprendido documental estadounidense sobre esa cuestión sanitaria. Quizás el hecho de que la Ilustración, el Enciclopedismo y luego la Revolución Francesa (madre de la democracia en Europa) fueran franceses obliga en política más allá del partidismo. Vaya usted a saber. El caso es que, si monsieur Chirac no nos engaña, Francia se adelantará para que un derecho humano y constitucional (tanto allá como aquí), como el derecho a una vivienda digna, sea tangible, recurrible ante los tribunales y, por tanto, respetable de verdad.
¿Se imaginan eso mismo en España? ¿Conciben ustedes que los cientos y cientos de miles de jóvenes que han de retrasar el organizar su propia vida familiar (por no alcanzar ni locos con sus contratos temporales y sus migrados salarios para pagar los inmorales precios de los pisos) pudieran recurrir a los tribunales, porque se les impide ejercer un derecho constitucional? Y que los tribunales hicieran cumplir el disfrute de ese derecho. ¿Cuántos hara kiri habría en la codiciosa y casposa clase inmobiliaria y entre sus corruptos cómplices enquistados en la política municipal y autonómica?
Hace unos meses, un grupo de jóvenes de ambos sexos (de Barcelona o tal vez de Barcelona y Madrid) iniciaron un movimiento de reivindicación de viviendas dignas cuyo abono no les hipotecara de por vida (y no es una metáfora). Parece un movimiento sólido, pero lento. La primera manifestación en Madrid apenas congregó a un millar escaso de jóvenes en la Puerta del Sol, pero sucesivas convocatorias incrementaron el número de participantes en diversas ciudades españolas. Menos mal, porque era una especie de vergüenza nacional que jóvenes majaderos fueran capaces de auto convocarse en masa en varias ciudades para reivindicar y perpetrar el estúpido y nefasto “botellón”, pero no para exigir que se respeten sus derechos. Quizás no este todo perdido.
Pero lo que conviene remachar, a propósito de esa noticia francesa, es que en la exigencia de nuestros derechos como ciudadanos (que no sólo figuran en la Declaración Universal de Derechos Humanos, firmada y ratificada por España, sino en la mismísima Constitución tan mentada por tirios y troyanos), no se ha de olvidar el viejo dicho de que “el que no llora, no mama”. Aserto cuya veracidad he comprobado científicamente observando la conducta de mi nieta de un mes y medio de vida. Este sabio refrán se completa con el de “a Dios rogando y con el mazo dando”; y no porque este escribidor sea religioso, (que no, y sí un agnóstico enorme), sino porque acaso sea hora de arremangarnos y comportarnos como ciudadanos adultos y responsables que no súbditos y menos aún siervos de la gleba. Como también se dice en mi tierra de origen, “a casa no t’ho portaran pas”. Qué viene a significar que si no te comprometes y trabajas, las cosas no se hacen solas, porque nadie te trae nada a domicilio (salvo el Corté Inglés, claro, si pagas previamente, pero no el respeto de tus derechos).
Y déjenme que concluya el escrito con otra máxima, que hoy estoy muy refranero: “El no lo tenemos; vayamos por el sí”. ¿Lo pillan?
Lo he leído dos veces. Anoche bebí unas copas de cava, pero sin excederme (uno ya tiene una edad) para impetrar que el 2007 sea algo mejor que el 2006 (lo que no ha de ser muy difícil), ergo no podía ser una alucinación etílica tardía. Pero lo más paradójico es que el señor Chirac (cuya trayectoria política alberga alguna zona oscura que otra) no es precisamente un revolucionario, ni siquiera de la denominada izquierda moderada, sino un conservador francés.
Tal vez la paradoja francesa sea algo más que el hecho de que en un país donde se consume mucha grasa haya un bajo índice de patologías y accidentes cardiovasculares gracias a la ingesta de buen vino tinto, como explicaba un sorprendido documental estadounidense sobre esa cuestión sanitaria. Quizás el hecho de que la Ilustración, el Enciclopedismo y luego la Revolución Francesa (madre de la democracia en Europa) fueran franceses obliga en política más allá del partidismo. Vaya usted a saber. El caso es que, si monsieur Chirac no nos engaña, Francia se adelantará para que un derecho humano y constitucional (tanto allá como aquí), como el derecho a una vivienda digna, sea tangible, recurrible ante los tribunales y, por tanto, respetable de verdad.
¿Se imaginan eso mismo en España? ¿Conciben ustedes que los cientos y cientos de miles de jóvenes que han de retrasar el organizar su propia vida familiar (por no alcanzar ni locos con sus contratos temporales y sus migrados salarios para pagar los inmorales precios de los pisos) pudieran recurrir a los tribunales, porque se les impide ejercer un derecho constitucional? Y que los tribunales hicieran cumplir el disfrute de ese derecho. ¿Cuántos hara kiri habría en la codiciosa y casposa clase inmobiliaria y entre sus corruptos cómplices enquistados en la política municipal y autonómica?
Hace unos meses, un grupo de jóvenes de ambos sexos (de Barcelona o tal vez de Barcelona y Madrid) iniciaron un movimiento de reivindicación de viviendas dignas cuyo abono no les hipotecara de por vida (y no es una metáfora). Parece un movimiento sólido, pero lento. La primera manifestación en Madrid apenas congregó a un millar escaso de jóvenes en la Puerta del Sol, pero sucesivas convocatorias incrementaron el número de participantes en diversas ciudades españolas. Menos mal, porque era una especie de vergüenza nacional que jóvenes majaderos fueran capaces de auto convocarse en masa en varias ciudades para reivindicar y perpetrar el estúpido y nefasto “botellón”, pero no para exigir que se respeten sus derechos. Quizás no este todo perdido.
Pero lo que conviene remachar, a propósito de esa noticia francesa, es que en la exigencia de nuestros derechos como ciudadanos (que no sólo figuran en la Declaración Universal de Derechos Humanos, firmada y ratificada por España, sino en la mismísima Constitución tan mentada por tirios y troyanos), no se ha de olvidar el viejo dicho de que “el que no llora, no mama”. Aserto cuya veracidad he comprobado científicamente observando la conducta de mi nieta de un mes y medio de vida. Este sabio refrán se completa con el de “a Dios rogando y con el mazo dando”; y no porque este escribidor sea religioso, (que no, y sí un agnóstico enorme), sino porque acaso sea hora de arremangarnos y comportarnos como ciudadanos adultos y responsables que no súbditos y menos aún siervos de la gleba. Como también se dice en mi tierra de origen, “a casa no t’ho portaran pas”. Qué viene a significar que si no te comprometes y trabajas, las cosas no se hacen solas, porque nadie te trae nada a domicilio (salvo el Corté Inglés, claro, si pagas previamente, pero no el respeto de tus derechos).
Y déjenme que concluya el escrito con otra máxima, que hoy estoy muy refranero: “El no lo tenemos; vayamos por el sí”. ¿Lo pillan?
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