Éste –España- es el reino de la paradoja. O del cachondeo intelectual. Estos días, a propósito de unirse contra ETA, ofertas de colaboración del presidente del Gobierno al PP y demás suertes diversas que tienen que ver con la banda descerebrada ETA, se ha podido ver, leer u oír en los medios que los políticos, los partidos se han de unir contra ETA y dejar las cuestiones que puedan separar, en una especie de cajón de sastre paradisíaco que no tiene en cuenta lo que está pasando.
Lo han dicho también ciudadanos del País Vasco y de otros lugares (sobre todo de Madrid, que son los que están más a tiro de los reporteros de calle de las televisiones), interrogados micro en mano, en esas pretendidas encuestas que proporcionan la falsa sensación de recoger la ‘opinión ciudadana’ (cuando lo único que hacen es grabar a voleo lo que piensan quienes pasaban por ahí). Y todos, incluidos sesudos analistas (o que tal pretenden) y hasta un editorial del no menos sesudo “El País”, reparten culpas en la imposible unidad contra los terroristas.
Pues bien, disculpen lo que parece fatuidad, pero no es tal, se lo juro por el Blasillo de Forges o los estupendos brochazos de ironía amarga y lúcida de El Roto. ¿Qué significa ese repartir culpas en la no consecución de la unidad contra ETA cuando el único actor que no sólo se niega sino que se opone de verdad a esa unidad es el PP? En buen castellano, eso sólo significa miopía aguda, incapacidad para ver las cosas como son. Vamos a ver, si todos los partidos menos uno están por esa unidad antiterrorista (y a los hechos me remito), ¿quién es el responsable de que no exista esa unidad? ¡Por favor! Esa puñetera y, al parecer hispánica manía, de repartir culpas (tal vez por que eso se considera más democrático, en un país con escasa cultura democrática), es sencillamente una estupidez. Todos quieren la unidad, pero hay uno que dice que todo debe continuar como antes: la unidad sólo ente dos, y además, el otro de los dos ha de hacer lo que él quiere o no hay trato. En la más caritativa de las consideraciones, eso es una majadería de corte adolescente o infantil.
Es tal como si en el tremendo y repugnante problema de la violencia contra las mujeres, se pretendiera que, para ser ecuánimes, la responsabilidad se ha de repartir por igual entre los maltratadotes y las víctimas del maltrato.
No hay tal. Aunque es cierto que entre los seres humanos hay cuestiones complicadas, difíciles de dilucidar y de desentrañar, también es cierto (como que al día sucede la noche) que hay otras que no son así. Permítanme que les sugiera algo para su propia higiene mental o intelectual como prefieran. Siempre que ante la exposición de un problema, de una situación de injusticia, por ejemplo, si el interlocutor contesta (un político, por ejemplo o un gran financiero o empresario) diciendo algo así como “es una situación compleja” para no responder en realidad a lo preguntado, sepa que está ante un sinvergüenza intelectual que no tiene la menor intención de averiguar nada sobre lo que usted le pregunte y que cuanta más confusión haya, mejor para él.
Una vez más, la pretendida equidistancia en el análisis y juicio de algunos problemas de la sociedad, de los pueblos y de los ciudadanos no es otra cosa que torpeza, ceguera o cobardía. Aunque suene muy antiguo (desfasado si quieren), la búsqueda de la verdad entre los hombres y mujeres de la Tierra (lo que es, no sólo lo que parece o lo que interesa) continúa siendo imprescindible para la supervivencia del género humano.
martes, 16 de enero de 2007
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