El diccionario de la lengua española dice que miserable es alguien de escasa cuantía o valor, mezquino, malvado y perverso. Exactamente eso son los que manejan la dirección del Partido Popular. En el eco de la reacción contra el estúpido y cobarde atentado de la T4 de Barajas, los sindicatos CCOO y UGT y la Federación de Asociaciones de Ecuatorianos de España han propuesto una manifestación contra el terror y por la paz. Esa es la convocatoria. Salvo que uno haya sufrido un súbito olvido del sentido y significado de las palabras, está claro el sentido de por qué se convoca. La dirección del PP dice que no acudirá a la manifestación si no figura la palabra ‘libertad’. Los organizadores de la misma incluyen la palabra en la pancarta de cabeza. Pero entonces el PP dice que tampoco irá y pide que se desconvoquen todas las manifestaciones ¡contra ETA!; antes habían dicho que esa manifestación "genera división y siembra confusión en la estrategia de lucha contra ETA". ¿Qué división y qué confusión, coño? ¿Qué confusión hay en expresar de forma pública el rechazo contra los terroristas, que se apueste por la paz y se diga de forma explícita que se está contra el terrorismo y contra los terroristas? ¿Dónde está la confusión? ¿Se referiran a la de ellos?
Uno ya está harto de aguantar franquistas, aunque se camuflen y disfracen de demócratas. Porque los que cortan el bacalao en el PP franquistas son. Neofranquistas, si prefieren, porque no son exactamente como 'aquéllos', pero resucitan muchas cosas de ellos. Tal vez no encajen académicamente, pero su espíritu, muchas de sus actitudes, sus actuaciones apestan a franquismo, a lo que hemos soportado décadas día a día. Estoy más que harto de ver que el espíritu del franquismo revive y se asienta con desfachatez de nuevo en mi país. Aguanté (como tantos millones de españoles, por cierto) y soporté el maldito franquismo durante treinta años de mi vida y no estoy dispuesto a continuar aguantándolos. Son franquistas porque son repugnantemente hipócritas y abyectamente autoritarios como lo fueron los originales. Para estos del PP, la única libertad respetable es la suya, hacer lo que ellos dicen creer. Y hacen y harán cualquier cosa -creen en su inconmensurable estulticia- que les conduzca a gobernar de nuevo este país. No aman la libertad, no les importa un rábano la libertad, porque importarle a uno la libertad es ante todo pensar en la libertad de los otros. Ellos la utilizan, la prostituyen, la mancillan, la pisotean, la sodomizan, pero no la aman.
Amar la libertad no es pretender imponer a toda costa su rancia moral católica, no es defender ante todo la obtención de dividendos y beneficios por encima de todo (aunque sea cargándose las costas y lo que no son costas), no es hacer lo que les de la gana siempre al precio que sea y pagando quien sea, no es sacar réditos del dolor y del sufrimiento de los que han caído por el terror. Libertad para ellos es que les demos siempre la razón, que hagamos lo que ellos quieren, que pasemos por su aro. Pero libertad no es eso. Amar la libertad significa pensar en la libertad de los demás, incluso en la de los que te caen mal. Yo reivindico su libertad, la de los ‘peperos’, ¡faltaría más!, pero también la mía para decir cuanto los desprecio con toda mi alma, porque son franquistas, maquillados, camuflados, ocultos, pero franquistas al fin. Un franquista fundó su partido, Fraga Iribarne, y el estilo y hechos de ese partido son franquistas. Quien ha pasado un cuarto de siglo de su vida combatiendo ese cáncer perverso y despreciable que es el franquismo lo huele, lo identifica, lo reconoce, se oculte como se oculte. ¿Hasta cuando tendremos que aguantar esta maldita cruz?
En Italia y en Alemania, tras la guerra mundial, se pertrecharon para proteger al país, a la democracia naciente y a los ciudadanos contra cualquier rebrote de sus respectivos y nefastos totalitarismos. Para ello hicieron leyes de 'desnazificación' y para 'desfascistizar'pero aquí, setenta años después de la criminal y funesta rebelión militar, aún hay nombres de los criminales de guerra que provocaron la guerra civil en calles, plazas y avenidas de nuestros pueblos y ciudades. ¿Se imaginan que aún hubiera en Roma o Milán una avenida de Mussolini? ¿O en Berlín uan plaza de Hitler, un paseo de Göring o una calle de Himmler? ¡Por favor! Y de aquellos polvos de apocamiento y falta de coraje de la transición (o de visión de futuro) tenemos que chapotear hoy en estos lodos de neofranquismo emergente de hoy. ¿Hasta cuando?
Por eso la cuestión no es meter a todos ‘los partidos’ en el mismo saco. Cierto es que el sistema de partidos está en crisis, pero aquí tenemos una cuestión previa a resolver. Tenemos quie aislar por un lado a los cobardes que se protegen bajo el miserable paraguas de la amenaza de ETA (y conseguir que ETA deje de existir,claro). Y, por otro, hay que expulsar a los franquistas, neofranquistas o criptofranquistas de la vida política española. No hay equidistancia posible. ¿No se dan cuenta de que en casi todas las cuestiones esenciales en política hay dos grupos, uno el PP y otro el resto de partidos? ¿No ven que el PP casi siempre recurre a la mentira pura y dura, a la manipulación gruesa y grosera, a la pura contradicción contra lo que dijeron o hicieron cuando gobernaban?
Por eso no es posible ni éticamente aceptable la equidistancia (¡todos 'los políticos', o todos los partidos, son iguales!). La mayoría de los queridos periodistas deberían acabar de una vez con esa majadería de hablar de ‘los partidos’ sin concretar, sin dar nombres y sin documentarse o cogiendo el rábano por las hojas. No. Una función (hoy casi inexistente) del periodista es criticar a quienes tienen algún tipo de poder, denunciar cualquier mal funcionamiento del sistema democrático, pero con nombres y apellidos, con indicios y documentación. Sencilla, contundente y nítida crítica desde la sociedad civil, desde el ámbito de los ciudadanos. Y que cada palo aguante su vela. No soy del PSOE, ni siquiera les voto, no soy de ningún partido ni tengo ganas de serlo, pero lamentablemente he de continuar siendo antifranquista, que bien me gustaría que no fuera preciso, pero eso es lo que hay.
sábado, 13 de enero de 2007
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