El Public Eye Award premia cada año a las empresas "más irresponsables", a modo de unos oscar empresariales para los más impresentables. Este año, el premio ha sido para la farmacéutica suiza Novartis y para la empresa japonesa de neumáticos Bridgestone, por el comportamiento de ambas "particularmente escandaloso". Los ganadores de este anti-premio lo han sido destacando entre cuarenta propuestas de conductas empresariales inaceptables, presentadas por cientos de organizaciones sociales y solidarias de todo el mundo. Según los otorgantes del premio, las empresas galardonadas se han caracterizado por unos comportamientos sociales y medioambientales que son cara oscura y escondida de la globalización neoliberal para conseguir enormes beneficios a toda costa. Bridgestone ha sido premiada por "aprovecharse de unas condiciones de trabajo casi de esclavitud, que mantiene en sus plantaciones de caucho en Liberia desde hace 80 años" y por "utilizar trabajo infantil y causar daños medioambientales". Novartis ha sido galardonada por "recurrir ante la justicia para limitar el acceso y el desarrollo de los medicamentos genéricos de bajo precio".
Ésta es la noticia escueta. Lo que hay detrás es avaricia, sordidez y mezquindad difícilmente superables. Pura miseria moral. El caso de Bridgestone es evidente, pero veamos el caso de Novartis desde más cerca. Esta poderosa empresa farmacéutica suiza ha demandado ante los tribunales al gobierno de la India para obligarle a que acepte sus patentes de pizarrín en el territorio soberano indio. Patentes que, dicho sea de paso, en ocasiones son el truco del almendruco o, mejor, el timo del tocomocho. Si gana, India ya no podrá producir medicamentos genéricos de menor precio que los fármacos de Novartis y otras compañías. Y entonces los enfermos de sida y de cáncer del Tercer Mundo, por ejemplo, que viven gracias a los genéricos que produce India, se morirán mucho antes y, además, sufrirán más, porque no tendrán acceso a esos fármacos. Un tratamiento con fármaco genérico indio contra el cáncer, pongamos por caso, cuesta 300 dólares. El mismo con medicamentos de Novartis u otro, 3.600.
India se ha convertido en fabricante proveedor de medicamentos genéricos contra el sida o el cáncer a bajo precio. Las empresas farmacéuticas indias no son ong, son empresas que pretenden beneficios, pero la diferencia con las monstruosas corporaciones farmacéuticas de los países ricos (como Novartis, Pfizzer u otras de similar calaña) es que tienen en cuenta que los medicamentos son para los pacientes y no al revés, es decir, que las personas han de estar por delante de las patentes. No renuncian a los beneficios, pero probablemente descartan los beneficios obscenos y esa es la diferencia. Intermón Oxfam junto con Médicos Sin Fronteras han lanzado una campaña global (recogida millonaria de firmas y actos públicos de razonamiento, explicación y rechazo, entre otros) para convencer a Novartis de que ha de retirar la demanda interpuesta, cuya vista preliminar empezó precisamente hace un par de días.
No se llamen a engaño. Este escribidor no pretende cambiar la discutible condición humana. No pretende que las empresas no persigan beneficios, sino que, cuanto antes mejor, recuperemos un orden de valores que sirva a los seres humanos y al planeta Tierra, que es el único que tenemos por ahora, y no sólo a la cuenta de resultados de la que por cierto maman muy pocos con unos cuantos más como adlátares, sicarios, cómplices necesarios y colaboradores. El orden de valores que pone a las personas por delante.
jueves, 25 de enero de 2007
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