Recuerdo con dolor un once de septiembre, el del año 1973. Este escribidor era muy joven y, junto a su colega de aventuras periodísticas Jordi Joan Sánchez, escuchábamos ambos en un transistor, en la terraza de su piso en Barcelona, la noticia del golpe de Estado en Chile encabezado por el nefasto Pinochet, uno de los canallas más destacados de este perro mundo, que ya es mérito, habida cuenta del "hit parade" de sinvergüenzas y repugnantes enemigos de la humanidad que lo contaminan. Ahora, cualquiera que se acerque a este blog sabe que ese cobarde criminal de guerra ha fallecido de muerte natural sin rendir cuentas a la justicia. No sólo por la habilidad de sus abogados (excelentemente bien pagados con el fruto de las rapiñas del dictador), no sólo por los temores y demoras explicables de dirigentes y ciudadanos chilenos, sino por la complicidad y cobardía –cuando no algo mucho peor- de muchos civilizados demócratas con responsabilidad y poder que le echaron capotes y le salieron al quite en varias ocasiones. Sin ir más lejos, la señora Tatcher de infausto recuerdo gubernamental y otros políticos presuntamente demócratas de cuerda similar. Pero también un recuerdo y agradecimiento a chilenos con coraje y decencia como el juez Guzmán y el abogado Contreras que aguantaron bien alto el pabellón de la dignidad nacional chilena al perseguir legalmente sin tregua y con valor al dictador para que fuera juzgado.
Quiero reflexionar en voz alta sobre la que fuera la justificación última de ese monstruo, hoy fallecido. Augusto Pinochet dijo en más de una ocasión que hacía lo que hacía porque “amaba a Chile por encima de todo". Menos mal que le movía el amor. Pero quiero resaltar el recurso a “la patria”, refugio de tantos cobardes y sinvergüenzas que en el mundo son y han sido. Patria, como quizás alguien recuerde, significa estrictamente ‘los padres’, nominativo plural de ‘pater-patris’, el padre. No está mal como origen etimológico, pero con el tiempo se ha alejado de ese sentido inicial que nos relaciona con nuestros padres y por extensión con nuestros ancestros, para convertirse en un extraño y equívoco ente etéreo que -cajón de sastre- significa todo lo que se le quiere hacer significar. Un auténtico peligro, como la Historia viene mostrando una y otra vez.
A este escribidor le pasa lo que a aquel general alemán y nazi que comentaba chistoso y temible que ‘cuando oía la palabra cultura, al momento echaba mano a su pistola’. No soy de los que usa ni ama usar pistolas ni otros artilugios de similar catadura, pero, parafraseando al nazi citado y únicamente a efectos de inventario, pensando en todos los pinochet que pululan y han pululado, cuando oigo que alguien cita la patria o su amor por la patria, me tienta echar mano a la pistolera, si la tuviera. Por puro recurso a la legítima defensa, entiéndase bien. No olviden que los españolitos tuvimos que soportar durante cuarenta años a otro patriota y que hoy continuamos sufriendo a patriotas que han heredado su espíritu, su ilícita ambición y su poca vergüenza, aunque afortunadamente hoy no gobiernan.
De la patria y sobre todo de los patriotas,”libera nos dómine”.
lunes, 11 de diciembre de 2006
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