martes, 12 de diciembre de 2006

Los muertos los ponen los ciudadanos

A las ocho y pico de la mañana, echo un vistazo a la versión digital de “El País”. Tras las abundantes referencias y colas de la muerte del dictador Pinochet (incluidas admirativas y admiradas respuestas de seguidores del monstruo corrupto, gentes con alma de esclavo), en tercero o cuarto lugar de importancia informativa, leo que “Al menos 54 personas han muerto y 146 han resultado heridas hoy tras la explosión de un coche bomba en la plaza de Tayaran, en el centro de Bagdad, según ha informado la Policía. El ataque tuvo lugar a las 7 de la mañana. Al parecer, el terrorista suicida hizo detonar su coche justo al lado de otro vehículo cargado con explosivos, lo que provocó una enorme explosión.”
Y entonces van Bush y Blair y dicen (hace unos pocos días) que van a estudiar un enfoque nuevo en la zapatiesta de Irak. Casualmente ambos lamentables líderes mundiales afirman tal cosa tras conocer el estudio sobre qué hacer en Irak, realizado por un equipo de demócratas y republicanos, presidido por James Baker (secretario de Estado con papa Bush y que no es precisamente un destacado progresista ni tampoco un pacifista confeso). Ese estudio concluye que lo mejor que se puede hacer en Irak es marcharse, aunque fije la fecha de largarse para principios de 2008. Poco después de que Bush y Blair no nos sorprendieran con esa nueva majadería, el alcalde de Ishaki (un localidad de mayoría suní a unos cien kilómetros al norte de Bagdad), Amer Alwan, denunció que unos helicópteros estadounidenses habían lanzado proyectiles contra dos casas de un núcleo de ese pueblo y habían muerto 32 civiles de los que la mayoría eran niños y mujeres. Más ciudadanos desarmados muertos.
Y, mira por donde, me da la gana de recordar ahora que, cumplido el quinto aniversario de los atentados del 11 de septiembre, hace un par de meses mal contados, un informe del Comité de Inteligencia del Senado de EEUU, (basado en información desclasificada de la CIA), aseguraba que el ex-dictador iraquí, Sadam Hussein, no prestó ningún apoyo material a Al Qaeda ni tuvo la menor relación con el líder de la banda terrorista en Irak, Abu Musb Al Zarqawi, como se pretendió. De hecho, ese informe del Senado desmontó todas las justificaciones de la guerra de Irak, porque afirma con contundencia que Sadam Husein no confiaba en Al Qaeda y más bien consideraba a los extremistas islámicos una amenaza para su autoritario régimen. Pero aún hay más, porque dieciséis agencias de espionaje dependientes del Gobierno de EEUU han elaborado un informe en el que dicen sin el menor empacho que la invasión y ocupación de Irak es la principal razón de la extensión de la ideología yihadista (la que defiende la guerra santa) en el mundo. Dichas agencias no se han cortado un pelo en contradecir de pleno la tontería proclamada en su día por el presidente Bush de que el mundo es más seguro desde la caída de Sadam Husein. Y, por si no fuera suficiente, la propia ONU, en un estudio elaborado por expertos en terrorismo realizado por encargo del Consejo de Seguridad, señala que Al Qaeda "se ha beneficiado al interpretar un papel central en la lucha en Irak y estimular el aumento de la violencia sectaria" en el país árabe. "Irak le ha proporcionado (a Al Qaeda) muchos reclutamientos –continúa el informe- y le ha supuesto un excelente campo de entrenamiento". O sea, que la guerra de Irak ha servido a Al Qaeda como centro de entrenamiento y de reclutamiento. Genial. Si al amigo Bush se le ocurre montar un circo de "friquis", le crecen los enanos y se le cae el vello facial a la mujer barbuda
Entonces, ¿qué ha conseguido el buenazo de Bush con ese otro circo de la guerra de Irak? Algo ha logrado, sí, porque utilizando políticamente el miedo al terrorismo, Bush no ha dudado en sacrificar valores elementales de la democracia, aprobando una ley contra sospechosos de terrorismo que destruye las garantías mínimas de un Estado de derecho: facilita la detención ilimitada de los supuestos terroristas, los enjuicia por comisiones militares sin derecho de apelación ni garantías procesales; deniega el principio constitucional del "hábeas corpus" para prevenir detenciones ilegales; y admite pruebas secretas o declaraciones sacadas bajo tortura, además de otros ramalazos de tufo totalitario. Un hermoso retorno a los peores tiempos de la Inquisición. O del nazismo. Pero aún hay mucho más entre lo que se ha conseguido con la invasión de Irak y que no podemos olvidar: los muertos.
Ha habido y hay tantos muertos cada día en la guerra de Irak (casi nunca personas armadas, por cierto) que ese dato casi ha dejado de ser noticia de portada en los periódicos y en los sumarios de los informativos de los canales de televisión. Sin embargo, un informe publicado recientemente en la revista médica británica "The Lancet" calcula que han perdido la vida 655.000 personas desde el malhadado día en que las tropas anglo-estadounidenses invadieron Irak hace tres años y ocho meses. Una media diaria de 500 muertes por jornada. No está mal, cuando el objetivo proclamado para justificar la invasión fue aumentar la seguridad.
Por cierto, "The Lancet" no es el boletín ni el portal de ninguna organización izquierdista ni pacifista sino una de las más prestigiosas revistas médico-científicas del mundo. El informe expone el trabajo de un nutrido equipo de médicos de la Universidad Mustansiriya de Bagdad (que hicieron el trabajo de campo en los campos de batalla y las ciudades medio destruidas), dirigidos por expertos de la Escuela de Salud Pública de la Universidad John Hopkins, de Baltimore (EEUU). El trabajo distingue a los muertos en dos grupos, según la causa del fallecimiento. Por enfermedades u otras causas relacionadas indirectamente con el conflicto bélico han muerto 54.000 personas; es decir, las que quizás hubieran muerto de todos modos de no haber habido invasión. Pero eso significa que 601.000 perdieron la vida por acciones violentas, acciones de guerra. Los muertos, víctimas de acciones de las tropas de la Fuerza Multinacional fueron unos 190.000, pero esa cifra contrasta con los soldados de esa misma fuerza que han perecido violentamente, unos 3.000. Una escandalosa desproporción, ¿no? El resto de fallecidos son atribuidos a los atentados que no cesan y violencia armada entre suniíes y chiíes.
Una vez más, en las guerras -las injustas y descabelladas guerras de nuestro tiempo- la violencia y el enfrentamiento los montan los políticos profesionales y los ejecutan los militares. Pero los muertos los pone el pueblo, los ciudadanos de a pie.
¿Algunos sujetos que se reunieron festivamente en las islas Azores hace un tiempo no deberían pedir perdón a los ciudadanos de Irak y del mundo?

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